1-1: Muelle de Arguineguín (Gran Canaria, 16 de marzo
de 2021)
Madrugada. Acaba de llegar
un grupo de personas rescatadas de una patera. El azul de las sirenas rompe las
sombras de la noche. Sobre el suelo del muelle yace un pequeño cuerpo. Es una
niña de dos años. Casi un bebé. Una mujer y un hombre, sanitarios de Cruz Roja
corren hacia ella. Son momentos de tensión. Una vida por hacer y vivir está en
juego. Consiguen reanimarla. La estabilizan y la llevan al hospital en una
ambulancia. La prensa se hace eco del rescate y todos afirman que su nombre es
“Nabody”, pero ni siquiera se llama así. Unos días más tarde la niña fallece.
1-2: Una ciudad europea, no
importa cuál (31 de marzo de 2021, miércoles santo)
Una niña se monta en un
coche con su familia. Están felices. Se dirige con sus padres a pasar unos días
de merecidas vacaciones de Semana Santa. Irán a un hotel, durante su estancia
jugará con otros niños, participará en actividades, aprenderá y disfrutará. Su
familia la cuidará y se preocupará de su salud y su seguridad todo el tiempo.
Será el centro de atención de sus padres que
por supuesto la llevarán con la mayor diligencia a un centro médico en caso de
sufrir el más pequeño percance. Unos padres que trabajarán para dejarle a su
hija una herencia, una buena educación, unas herramientas para desenvolverse en
un futuro lo más asegurado posible.
1-3: Una playa africana del
Sáhara Occidental, no importa cuál (un día cualquiera de los primeros
meses de 2021).
Una niña se monta en una
patera. La embarcación es de veinte plazas, pero los que se aprovechan de ellos
quieren “maximizar el beneficio” y hacen que se apiñen cuarenta. Su madre está
con ella. Lo mismo que a otros de su pueblo le han llegado las historias de los
que emigraron y salieron adelante. Es cierto que también ha oído otras, de
penurias y fracasos y de los muchos que no llegaron nunca, pero la posibilidad
de darle a su hija una existencia que no esté marcada por la miseria y el
hambre tira demasiado fuerte de ella.
Durante la travesía no
jugará con nadie, estará aterida de frío y muerta de miedo. Su madre se
preocupará por su vida, la animará, sonreirá y dará confianza. Le hablará
seguramente de un país que les acogerá y donde tendrán un futuro. Mejor o peor,
pero un futuro. Solo eso.
2- Pasan los años y da la impresión de que Europa ni
sabe ni quiere empezar a mirar y abordar este asunto de forma justa y humana,
aparte claro de lamentar hipócritamente las muertes y negar derechos a los que
sobreviven. Los seguidores de Jesús tenemos siempre la tentación de mirar estas
cosas con indiferencia cuando no incluso contaminarnos con los mensajes de los
que dicen que odiando somos mejores y salvaguardamos nuestra “identidad”. Pero
si algo vamos entendiendo cuando de verdad seguimos el camino de Cristo son
cosas como que la mirada de Jesús va en primer lugar al dolor humano y no a su
culpa, que sus seguidores no sólo somos responsables de lo que hacemos o no
hacemos, sino también de lo que permitimos que les ocurra a los demás y que la
Iglesia no es primordialmente una institución moral, sino transmisora de una
esperanza.
Y si contemplamos la vida de ese Jesús que proclamamos
“resucitado”, apreciamos que su “sí” a Dios estuvo cargado de “noes”:” no a una
imagen de Dios y su culto en cuyo nombre los pobres y excluidos de Israel se
sentían sin derecho a Dios ni a su salvación; no a la idolatría del Dios
dinero, del dios poder, del dios prestigio; no a participar en los juegos
manipulativos entre el poder político y el religioso; no a la complicidad con
la injusticia; no al poder patriarcal que invisibilizaba a las mujeres y los
niños, negándoles su dignidad como personas; no al poder económico, a la
dictadura de los mercados; no al poder que daba primacía a la moral sexual
frente al derecho a la vida de la persona que la infringía” (Pepa Torres). Y sí
en definitiva a las personas, libres, dignas, plenas, empoderadas, amadas como
hijas e hijos por Dios.
3- ¿Mi vida transmite algún tipo de esperanza
a los demás? ¿En qué medida “mi identidad” se construye “contra los otros” que
no pertenecen al “nosotros”? ¿El migrante es sólo “mano de obra” y mi interés
hacia ellos está en tanto en cuanto sirven para ese fin? ¿Son “los mercados”
los que han de marcar las políticas migratorias? ¿Mi “sí” a Jesús está cargado
con los mismos “noes” que el suyo?
Terminar con un coloquio, “como un amigo habla a otro
amigo” (EE 54)
Pedro Alonso
Equipo
Misión Espiritualidad