El deseo y la espiritualidad ignaciana

 



Desde nuestra espiritualidad ignaciana nos sentimos llamados a vivir en una mayor unión de ánimos, orando juntos, escuchándonos y tomando consciencia de la realidad que vivimos. La Unión de Ánimos es una GRACIA y nos da la fortaleza para vivir la vida en misión, soñando juntos el horizonte como Cuerpo Apostólico. Nuestra espiritualidad nos ofrece el discernimiento. Mediante el mismo, tomamos decisiones y optamos. Conviene tener presente que no toda decisión que tomamos implica que venga de un discernimiento orado y objetivado. Podemos pensar que viene del Señor lo que en realidad viene de nosotros mismos deseando que Dios venga a nuestras decisiones. Esta actitud se corresponde con el segundo binario de EE nº 154: donde se nos dice que es la persona que desea y quiere, pero a su manera, poniendo nuestras condiciones para que el Señor quiera lo que nosotros vemos y queremos; haciéndole venir a Él a nuestros deseos y decisiones, sin acoger nosotros los suyos. 

 “QUÉ NOS DICE IGNACIO DE LOYOLA”: San Ignacio fue un hombre que buscó ordenar sus deseos y afectos para conducirlos a Dios. Nos dejó una espiritualidad que integra el mundo afectivo. Sabemos por su Autobiografía que, «Mientras unos deseos los experimentaba como energía y fuerza para realizarse a sí mismo; otros le impedían y frenaban e incluso destruían este proceso creador».

 Ignacio sitúa al deseo en la profundidad más íntima de la persona y si este deseo es de Dios, nos conduce a un impulso vital que nos coge por entero, aprendiendo a discernir lo que no nos conduce a Dios, ya que habremos sentido la experiencia de encontrarnos con Él de un modo diferente. 

Ignacio plantea una auténtica pedagogía para que nuestros deseos se vayan convirtiendo en los deseos de Dios. La Anotación 16 de los Ejercicios nos señala esta realidad de ordenar los deseos. Quiere que contactemos con ellos para que Dios nos mueva y le dejemos entrar en nuestro mundo interior. Quiere que tomemos conciencia del desorden (si lo hubiera) de nuestros deseos para quitarlos o moverlos hacia el deseo de la voluntad de Dios. 

Los deseos están en el centro de la vida humana. El hombre espiritual, necesita de sus deseos, para que así contacte con el deseo vital y profundo de Dios. Encaminémonos hacia nuestros movimientos interiores para que el Señor nos mueva y nos ordene en deseos. A Estos movimientos interiores que se causan en el alma y en nuestro ánimo, de consolación y desolación, les llamamos mociones. 

 “PEDIR LO QUE QUIERO Y DESEO”: Deseo de SER, Deseo de SENTIR Y GUSTAR. “Nuestros deseos estarán ordenados y en indiferencia ignaciana si forman parte “Del Deseo Profundo de Dios”. 

Nuestro discernimiento, ha de tener presentes dos aspectos fundamentalmente: La indiferencia ignaciana desde una gran libertad para seguir los deseos de Dios y la disposición a pedir la ayuda necesaria al Señor y sopesar los diferentes movimientos dentro de cada uno de nosotros para ir descubriendo cuáles son de Dios y cuáles no. Benjamín González Buelta: nos invita a caminar buscando una mística de ojos abiertos, atentos al Espíritu que ya está transformando el mundo, y una mística del seguimiento de Jesucristo que nos llama a trabajar por el Reino en comunión con la Iglesia. 

Isabel Muruzábal 

Equipo Misión Espiritualidad