El ministerio de la presencia. Misión Espiritualidad

 


EL MINISTERIO DE LA PRESENCIA

La Danza con el otro desde el OTRO

 

 

La palabra Ministerio viene de la palabra latina “Minister” que significa sirviente. A su vez la palabra latina “minister” viene de la raíz “minus” que significa: menos, mínimo, minúsculo.

 

Cuánto contiene y guarda esta palabra “ministerio”: sirviente (persona que sirve a otra) y menos, mínimo (lo más pequeño). Nos habla del género humano, de personas que sirven a otras personas, nos habla de una acción, de un trabajo (misión) realizado para otra persona. Pero también contiene lo que le caracteriza: pequeñez, humildad de quien lo realiza y si queremos introducirnos en esta danza con el otro desde el OTRO; hemos de prestar también atención a la pequeñez, la fragilidad, la vulnerabilidad del otro, de todos aquellos que viven y vivimos en la gran diversidad de fronteras.

 

Para escuchar la música que genera esta danza, es importante que nos sintamos como un pequeño que tiene la capacidad innata de servir al otro.  Esa capacidad innata, la tenemos todos, sólo se precisa silencio interior, habitar nuestra propia casa, algo que el confinamiento nos ha posibilitado: reconocer cada recoveco, mirarlo, acogerlo y desde ahí sentirnos habitados y desde ahí reconocer esta capacidad innata de servir al otro, de actualizarla, de darle sentido y ponerla en marcha. Pues todos hemos sido conscientes, como humanidad, de nuestra fragilidad. No somos invencibles, la vida puede cambiar de un momento a otro. Todos, como humanidad, lo hemos vivido. Este hecho nos hace caer en la cuenta que todos estamos conectados, todos necesitamos de todos… Todos somos corresponsables con el otro.

 

Ministrar nos habla de la cualidad inherente que el alma, mi alma tiene de servir, desde lo más pequeño y a lo más pequeño. Todo esto tiene que ver con administrar, que nos vuelve a hablar de servir pero ahora incluyendo el tiempo. En un tiempo (los tiempos concretos que nos marcamos y sabiendo que vendrá otro tiempo que continuará esa danza… con otros danzantes).

 

La necesidad de mantener la tensión:

 

La tensión entre lo pequeño y lo grande, el magis, el ser contemplativos en la acción… Sostener esta tensión donde para servir más y mejor, para facilitar un bien mayor, nos hemos de mantener pequeños, pues el grande es el otro.

Siendo pequeños podemos dejar espacio para crecer al otro, pues no le inundamos y así podrá expandirse.

 

Resonando con el otro, los otros, los diferentes equipos, el mundo:

 

Reconociendo nuestra limitación. Desde la humildad. Sabiendo permanecer en la penumbra, a veces, incluso en la oscuridad. Si toleramos estar por momentos en esta sombra, en este lugar… podemos transcender. (Tenemos el modelo de Jesús en ocasiones, sabiendo permanecer en esos espacios de sombra, por momentos, tentaciones, miedo, soledad, sentirse no entendido…).

Esto nos hace ser conscientes que lo único que tenemos ante el otro es “la presencia”, la calidad  y cualidad de nuestra presencia. Durante este tiempo en el que la presencia no ha sido posible, el tocarnos, abrazarnos, el sentir este tipo de cercanía, nos ha puesto y nos pone de relieve, cómo las prisas en las que solemos sumergirnos, el exceso de trabajo… nos hacía tapar la necesidad del cuidado de la presencia.  Si yo sueno, puedo resonar con el otro. Sonar tiene ritmo y silencio… Resonar es pasar al otro por el corazón.

¿Cómo podemos resonar todo el tiempo con el otro? Teniendo la capacidad de volvernos hacia nosotros mismos, dándonos cuenta de nosotros mismos por momentos… (Interioridad, oración: inspiración) para posteriormente salir al otro y darnos cuenta del otro (ahí confío, exhalo…)

 

“La verdadera sanación está en el modo en que nos relacionamos con los demás. Cuando miramos la grandeza sagrada del prójimo, cuando descubrimos a Dios en cada ser humano, cuando nos acercamos al otro descalzos porque sentimos y sabemos que nos adentramos en tierra sagrada[…] Por ello, tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de la proximidad, con una mirada respetuosa y llena de com-pasión.” Adaptado de Evangelii Gaudium 92 y 169

 

De esta forma danzaremos de tal modo que: “Donde quiera que ESTOY… SOY…”


“Me gusta sentir que los brazos y las manos 
no son sino una prolongación del corazón. 
Por eso abrazarse y dejarse abrazar 
es uno de los gestos que mejor revela lo mejor que podemos llevar dentro.
Un abrazo es siempre expresión de un pulso, 
el pulso de la amistad, vinculo del espíritu.
Un abrazo es siempre manifestación de un latido, 
el latido del amor, reclamo de la sangre. 
En él las hebras de nuestros brazos se unen en un mismo pespunte.
El abrazo es puente que me acerca a la orilla del otro, 
es camino que me adentra en lo mejor de mí mismo, 
es sendero colmado de afecto, mar de emociones, 
río por el que circulan silenciosas las palabras que no pueden decirse.

Cuando las palabras faltan, y también cuando las palabras sobran 

aparece el abrazo como susurro del alma.”

 

José María Toro


    Equipo Misión Espiritualidad