Concédeme, Oh Señor, un corazón resuelto,
que ninguna afección indigna pueda arrastrarlo;
dame un corazón inconquistable,
que ninguna tribulación pueda doblegarlo;
otórgame un corazón virtuoso,
que ningún propósito indigno pueda tentarlo.
Confiéreme también, oh Señor, mi Dios,
entendimiento para conocerte,
diligencia para buscarte,
sabiduría para encontrarte,
y una lealtad que me permita finalmente abrazarte.
Santo Tomás de Aquino