NO ACOSTUMBRARSE

Tenemos el vicio de acostumbrarnos a todo.
Ya no nos indignan las cifras del desempleo;
ni la nueva “esclavitud” de los inmigrantes.
No es noticia el joven tirado o drogándose en una esquina.
Ni los millones de muertos de hambre, cada año.

Nos acostumbramos, limamos las aristas de la realidad,
Para que no nos hiera,
Y la tragamos tranquilamente.

Nos desintegramos.
No es sólo el tiempo el que se nos va,
Es la misma cualidad de las cosas la que se herrumbra.
Lo mas explosivo se hace rutina y conformismo;
La contradicción de la cruz
es ya sólo el adorno sobre un escote o la elegante chaqueta.

Señor, tenemos la costumbre de acostumbrarnos a todo;
aún lo mas hiriente se nos oxida.
Quisiéramos ver siempre las cosas por primera vez;
Quisiéramos una sensibilidad no cauterizada, para maravillarnos y sublevarnos.

Haznos superar la enfermedad del tradicionalismo, es decir, la manía de embutir lo nuevo en paradigmas viejos.
Líbranos del miedo a lo desconocido.

El mundo no puede ir adelante, a pesar de tus hijos;
sino gracias a ellos. Empujemos.

Jesucristo, danos una espiritualidad de iniciativa, de riesgo,
Que necesite revisión y nuevos gestos.
No queremos ver las cosas sólo desde dentro;
Necesitamos tener algún amigo hereje, drogadicto, inmigrante,
Niño delincuente, vagabundo... Para ser disconformes como Tú,
que fuiste crucificado por los conservadores del orden y la rutina.

Enséñanos a recordar que Tú, Jesucristo,
siempre has roto las coordenadas de lo previsible.
Y sobre todo, que no nos acostumbremos a ver injusticias,
sin que se nos enciendan las entrañas y la actuación.