GITANOS en el VECINDARIO

A mí tampoco me gustaría que mis vecinos fuesen traficantes de drogas. Ni de armas. No me agradaría que la clientela de los camellos aliviase el mono en el portal de mi casa. No me apetece que los ajustes de cuentas se libren en mi calle. A mí me entristece que mis hijos tengan miedo a ir al parque a jugar porque una pandilla los amenaza. Me rebelaría si mi hija fuese vejada y discriminada porque la familia del chaval del que se enamore mantiene unos hábitos que detesto. Me movilizaría si mi vivienda, fruto del esfuerzo y de la hipoteca, perdiese valor porque se adueñan del barrio inadaptados, delincuentes o personas que se niegan a aceptar las normas de convivencia.
Pero tampoco me agrada vivir en una sociedad que prejuzga y condena por si acaso. No quiero que se le pueda negar a nadie el derecho a una vivienda porque su apellido delata un determinado origen. Rechazo que el color de la piel sea uno de los criterios de baremación para acceder a servicios públicos. No me gustan los guetos porque son el caldo de cultivo de los comportamientos que generan el rechazo. Me repugnan mis propias reacciones xenófobas ante determinadas circunstancias.