Aunque el camino es largo, la ilusión por llegar lo convierte en flores pasajeras y en conversación agradable al volante. No hay distancias cuando se desea encontrar a otros, y en ellos a Cristo. Covadonga, ya de noche, muestra un panorama sobrecogedor, grandioso, de una belleza y una espiritualidad tremendas. Las comunidades de Asturias nos han acogido, como siempre, con ese abrazo fraternal que hace que te sientas como en casa.
Ahora es de noche. Todos duermen. Supongo. Y el silencio es maravilloso. Un silencio que sabe a naturaleza, a oración entregada y regalada. Escucho el agua que cae. He estado mirando e imagino que es la cascada de la Basílica (el agua creo que procede de un río que en la vega de Orandi desaparece).
Mirando al Señor en esta grandeza, le doy gracias infinitas por CVX, por la espiritualidad ignaciana, por la Iglesia; por vosotros, por mi familia; por el pasado que ha hilado en mí, el presente que me regala y el futuro que vendrá.
Silvia Rozas cvx