Te has sentado a la mesa, Jesús.
El pan y el vino están servidos.
Nos miras quietamente....
te miramos sorprendidos.
Adivinamos en tus ojos el dolor,
la entrega, el amor de los amigos.
Tú adivinas en nosotros la soledad,
el temor, la traición y el olvido.
No tengáis miedo siempre estaré
con vosotros. Y seréis mis testigos
por toda la tierra ¡Yo os aseguro
que siempre estaréis conmigo!”
Te has puesto en pie. Nos miras uno a uno.
Una sombra en tu rostro nos dice tu destino
Nos señalas con tus manos la mesa
y quedan nuestros ojos en tus ojos fijos:
“Tomad, comed...Tomad, bebed.....
Esto es mi pan... Este es mi vino”.
Y el milagro del pan se obra en tus manos.