Perder hijos

"Se sabe que son muchos –yo diría muchísimos- los que, aun declarándose cristianos, no frecuentan las celebraciones de la comunidad a la que pertenecen. Se sabe también que es significativo el número de personas que, por motivos diversos, dejan de identificarse como católicas o cristianas. Resulta normal que periódicamente se evoque el fantasma de las ‘iglesias vacías’ y que, en general, se cargue la responsabilidad del espectáculo ¡penoso! en el deber de los pastores que mal guían al pueblo de Dios. Todo ello da pie para que, al evaluar el peso de la Iglesia en la sociedad, se le reproche a esta vieja señora la ‘pérdida de seguidores’, dígase pérdida de entidad o de importancia, que padece. Es una manera razonable de ver la realidad, pero creo que podemos verla también con otros ojos.

Cuando los creyentes hablamos de Iglesia, con esa palabra nombramos un misterio que no se deja simplificar ni encasillar. Se pueden contar los inscritos en una sociedad mercantil, en una organización no gubernamental, en un partido político, pero no intentes siquiera el recuento de los hijos de la Iglesia. A las puertas de Cáritas española, es decir, a las puertas de la Iglesia que peregrina en España, empujadas por la crisis económica que no por la fe, llaman personas a millares. Puede que no las veas en la misa de la Iglesia, pero van a su mesa, que si no es más importante que la misa, es en ocasiones más necesaria. Multitud de hombres y mujeres sin techo, que tal vez no sepan recitar el Padrenuestro, saben a dónde han de ir para encontrar cobijo.

Puede que no conozcan la oración de la Iglesia, pero van a su casa; he dicho bien, “a su casa”: de la Iglesiay de los pobres. Los inmigrantes que, por no tener papeles, poco o nada tienen en este mundo que no sean penas, esos hombres y mujeres del camino saben que en la Iglesia alguien les escuchará, los acogerá, los reconocerá y los tratará como hermanos, sin que lo impida un credo diferente, ni la diversidad de razas, culturas o etnias. Puede que estos hombres y mujeres del camino nada sepan de la Iglesia que los acoge, pero confían en ella, porque la Iglesia sabe de ellos, y reconoce en ellos al que ama, a su Señor, a su Dios. La Iglesia, si mengua, no pierde adeptos ni seguidores ni socios: pierde hijos. Es muy posible que esa pérdida le quite a la Iglesia peso en la sociedad, pero es seguro y cierto que le deja en cuerpo y alma una herencia de pesares. No lo olviden los que se van. Tampoco los que se quedan."

+ Fr. Santiago Agrelo, Arzobispo de Tánger