Os compartimos una reseña de lo que fue el taller del perdón en versión online del pasado fin de semana 5 y 6 de junio, la estación del Otoño en el recorrido de la herramienta de cuatro Estaciones. Agradecemos a Elisa Alvarez de la comunidad de Gijón por ponerle voz y palabras a la experiencia.
El pasado fin de semana, 5 y 6 de
junio, he asistido on line al llamado “Taller del perdón”. Voy a intentar
expresar mi vivencia recreando el examen ignaciano.
Hablaré en femenino genérico
porque, además de referirme a personas, el grupo lo formamos 17 mujeres y 1
hombre (un ¡hurra! por él).
Empezamos por hacernos conscientes
de dónde estamos y quiénes somos, así como para qué estamos ahí y con quién. Es
verdad que lo ideal hubiese sido hacerlo de manera presencial. El contacto
físico, en este caso, es fundamental. Pero no hubiese sido posible estar juntas
Uruguay y España, y ese fue parte del gran regalo, la “puesta a punto” haciendo
camino juntas. Incluyo aquí mis felicitaciones a las de Uruguay por los
madrugones intempestivos que soportaron estoicamente. Fieles al compromiso
inicial de puntualidad. Este…este…este…este…el mate! No, en serio, nos une el
Espíritu de Dios, al que hacemos presente. Las he sentido muy cerca.
Vaya mi agradecimiento a Anna
Mascaró, por su sabiduría y por habernos conducido con tanta sensibilidad,
respeto y buentrato, todo el camino. También agradecer a Edith y a Elena su
presencia y acompañamiento. Su imprescindible labor ha sido impecable. Me doy
las gracias y se las doy a mis compañeras; sin grupo no se puede realizar esta
increíble experiencia.
Por otra parte, el pedir a Dios el
don de perdonar como Él, me interpela: “PERDON” ¡qué fácil parece la palabra! Y
qué poco sabemos de lo que contiene. Previo a saber perdonar o pedir perdón o
auotoperdonarme es necesario trabajar muchos aspectos. Y eso fue lo que
hicimos. Aprendimos, o mejor dicho nos enseñó Anna, con mucha pericia y
variadas dinámicas: A cambiar expectativas por objetivos, qué hacer con la
basura emocional, el poder del silencio, a poner distintas gafas y mirar con
otros ojos, a poner límites, a soltar, a cambiar de postura y tener otra
visión, cómo ser asertivas, el poder de la resiliencia, a agradecer a nuestras
ancestras, cómo ser coherentes, cómo cambiar creencias limitadoras, a
diferenciar sufrimiento y dolor, … En fin, para llegar al perdón hay que pasar
por ejercicios de autoconocimiento. Y eso es costoso y remueve mucho. Pero con
movimientos pequeños se dan grandes cambios.
Y con todo esto, es obvio que hay
mucho que trabajar en lo cotidiano. Y sobre todo quedamos en revivir y repetir
lo aprendido, para mejorar como personas. Y dejar atrás costumbres dañinas y
perniciosas, para una misma y para las demás. Y, carta tras carta y pregunta
sobre pregunta, podamos llegar hasta, incluso, dar gracias a lo que nos causó
daño.
Finalmente, cuando acaba el taller
empieza el verdadero taller. Esto fue un “como si”. Ahora toca llevarlo al día
a día. Nos ayuda en este proceso poner en presente y en positivo lo que
queremos lograr: “Cada día confío más en Dios”, “Hágase Tu Voluntad”, “Cambia,
todo cambia”, “Mi naranja da mucho y delicioso jugo”.
Gracias-Gracias-Gracias.
Elisa Alvarez Fernández