Mensaje de Pentecostés

 



Los apóstoles, hombres y mujeres, estaban agazapados, en el mismo lugar, reunidos, cómo tantas veces en nuestra vida comunitaria: en reunión…

Ahí les encontró el Espíritu, ayudándoles a escuchar y entender las diferentes situaciones y vivencias de la gente. Daba igual en qué idioma hablara porque cuando es el corazón el que trasmite, todo logra comprenderse. Tanto que eran capaces, por medio del Espíritu, de identificarse, de empatizar con las realidades de todo el mundo. Les dolía lo que dolía a alguien en el mundo, se afectaban por lo que afectaba a alguien en algún lugar. Como tantas veces pedimos en nuestra comunidad, sensibilidad humana y espiritual, dejarnos afectar por la realidad de este mundo en el que vivimos y sentir que es ahí donde se nos llama. Moción y conmoción, especialmente cerca de quienes más sufren.

Cada uno lo hacía de una manera diferente, desde la diversidad, porque no hay nada que suene de forma homogénea en el oído y corazón humano. Como lo vivimos en nuestra comunidad, cada persona como es y con lo que tiene, todas tocadas por el mismo Espíritu, siendo un solo cuerpo, cada una desde la respuesta a los discernimientos comunitarios y personales.

Hasta que les dijo, “paz a vosotros, como el Padre me ha enviado así también os envío yo”. Y salieron de su reunión, de su miedo y se pusieron, desde la alegría más auténtica, a caminar por las calles y caminos, escuchando y entendiendo al mundo.

¿No es esto lo que vivimos? ¿No es esto lo que pedimos? Salir, escuchar, sentir, hacer, compartir, transformar… Estar en el mundo, recibir y entregar el Espíritu. Y es que es a esto a lo que se nos envía como comunidad, a esto a lo que enviamos a cada persona de nuestra comunidad. Como hoy, como todos los días del año, como todos los días de nuestras vidas. 


Consejo nacional CVX en España