La espiritualidad de Pedro Casaldáliga.- Reflexión oracional

 


    El pasado 8 de Agosto marchaba al encuentro definitivo con el Padre-Madre Dios, Pere Casaldáliga Pla, obispo emérito de Sao Félix do Araguaia (Brasil) y nacido en Balsereny (Barcelona) en 1928.  “Si no hay causas grandes la vida no tiene sentido” decía, y realmente su vida es un ejemplo de ello.

    Su espiritualidad estuvo marcada por un hecho: encontró a Dios en los rostros de los “insignificantes” según el mundo y entendió que sus intereses eran su tarea. Vivió su experiencia de fe y su misión pastoral no evadiéndose del mundo, sino en el corazón de la realidad.

  Siguiendo las huellas de Jesús, Casaldáliga despertó las conciencias dormidas, revolucionó las mentes instaladas, denunció las injusticias del sistema y anunció “el otro mundo posible” del evangelio. Su vida sirve a la nuestra para revisar hasta qué punto mi cristianismo y el de nuestras comunidades practica y fomenta un cristianismo que se evade de la historia por una equivocada “privatización de la fe”. Si mi cristianismo y el de mi comunidad es un refugio de cristianos individualistas y aburguesados, que no sirve para nada aparte de tranquilizar mi conciencia, y por supuesto, para nada molesta el mensaje de Jesús, entonces no estaremos anunciando “el otro mundo posible, el del evangelio. 

  De Pedro Casaldáliga nos quedan el ejemplo de su vida y sus poemas para ayudarnos como él, a seguir las huellas del Resucitado. Su gran amor a María, madre de Jesús y madre nuestra, le llevó a escribir oraciones como “María de la Liberación”:

 

 

“María de la Liberación”

Cantadora de la Gracia que se ofrece a los pequeños,

porque solo los pequeños saben acogerla;

profetisa de la liberación que solamente los pobres conquistan,

porque sólo los pobres pueden ser libres:

queremos creer como tú,

queremos orar contigo,

queremos cantar tu mismo Magnificat.

 

Enséñanos a leer la Biblia –leyendo a Dios-

Como tu corazón la sabía leer,

más allá de la rutina de las sinagogas,

y a pesar de la hipocresía de los fariseos.

 

Enséñanos a leer la Historia –leyendo a Dios, leyendo al hombre-

como la intuía tu fe,

bajo el bochorno de Israel oprimido,

frente a los alardes del Imperio Romano.

 

Enséñanos a leer la Vida –leyendo a Dios, leyéndonos-

Como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores,

tu esperanza.

 

Enséñanos aquel Jesús verdadero,

carne de tu vientre, raza de tu pueblo, Verbo de tu Dios;

más nuestro que tuyo, más del pueblo que de casa, más del mundo

que de Israel, más del Reino que de la Iglesia.

Aquel Jesús que, por el Reino del Padre, se arrancó de tus brazos de madre y se entregó a la muchedumbre…

 

María de Nazaret, cantadora del Magnificat, servidora de Isabel:

¡quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino!,

quédate con nosotros, María,

con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia;

quédate con nosotros,

con el Espíritu que te fecundaba la carne y el corazón;

quédate con nosotros,

con el Verbo que iba creciendo en ti,

humano y Salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo,

nuestro Hermano,

Jesús.


Equipo Misión Espiritualidad