A pesar de lo difícil que es explicar en un
folio, lo que significa vivir una experiencia como el día a día de Casa Mambré,
lo intentaré.
Vivir en Mambré es compartir tu hogar con personas
migradas, compartir las comidas, los espacios, los momentos de estar relajados.
Es compartir tu malo y tu bueno con lo malo y lo bueno de los demás, donde los
demás son personas con historias increíbles, dolorosas, que nosotros los
“europeos” nunca podemos llegar a entender totalmente.
Esto comporta una condición de reflexión
continua, que a veces cansa, pero que te enseña muchísimo; la realidad de la
convivencia es muy diferente del compromiso puntual.
Vivir en Mambré es tirar la máscara, porque
no se puede llevarla encima todo el rato.
Es mirarte en el espejo del otro para
aprender cosas de ti misma que no sabías; por eso, pero, hay que estar lista
para aceptar lo que ves. Digamos que es un espejo que funciona solo si tú
quieres.
Es aprender a aguantar tus propias
debilidades, darte cuenta de donde fallas.
Es también apreciar tus cualidades y aceptar
que los demás puedas quererte y cuidarte, porque te lo mereces.
Es volver a casa después de un día de trabajo
y encontrar un grupito de personas sentadas en la mesa, que te preguntan ¿cómo
estás?
Es compartir con estas mismas personas la
cena y la noche, una película sobre el sofá o una charla.
Vivir en casa Mambré es enfrentarse con la
realidad de tu pequeñez en frente de una persona migrada, la pequeñez de la
ayuda que tu puede darle; pero es también la conciencia que lo que hacemos
todos juntos es fundamental. (La famosa gota en el océano de Madre Teresa, sin
la cual al océano le faltaría algo.)
Es enterarte que como ves tú las cosas no es
como la ven los demás. A veces crees que estás haciendo un trabajo excepcional,
que tu enfoque es justo, y de repente te das cuenta que al otro lado llega una
cosa contraria. Esto te hace cuestionar, te pone en duda, te hace desconfiar,
te entristece; hasta que no llegues a entender que hay que agradecer por estos
momentos, porque son los en los cuales estás aprendiendo y creciendo más,
cuando te enteras que no puedes mirar el Mundo solo desde tus ojos.
Vivir en casa Mambré para mi significa
sonrisas, risas, momentos de alegría y de broma, que tienen la fuerza de
cambiar el camino de un mal día.
Es vivir muchos momentos serios también, aún
más intensos; cuando se comparten pensamientos hondos, cuando se cuenta una
cosa pasada que nos hizo sufrir, cuando cada uno expresa su idea sobre la
situación actual de la migración o sobre otros temas.
Vivir en casa Mambré es tener una
conversación que te cambia la mirada sobre una parte de Mundo, estando sentados
sobre el sofá o en la mesa, de pie cerca de una pared o bajo el sol de la
terraza. No sabes cuándo, no sabes cómo, pero siempre puede pasar que una
charla cualquiera se vuelva una reflexión inesperada para tu vida. Esto si,
puede pasar siempre y en todos los contextos, pero aquí por lo visto pasa muy a
menudo.
Me encanta saber que al final del día
seguramente habré aprendido algo más, que sea sobre mi trabajo, sobre la
acogida, sobre “África”, sobre mi misma. Es un crecimiento continuo que me
emociona.
Mella, marzo 2018
Publicado en el Facebook de Casa Mambré