“La
Pascua de Jesucristo es renovación para nuestra vida. Esta conversión no es
fruto del propio esfuerzo sino de la experiencia cercana con Él. Sin esa
proximidad interior y exterior, no podemos comprender su misterio transcendente
y personal. Como dijo el Papa Francisco en la Pascua de 2015: “Jesús nos ama
sin límites, siempre, hasta el final. Él nos ama a todos, hasta el punto de dar
su vida por nosotros. Él dio su vida por ti, por mí, por él, por ella… por cada
uno, con nombre y apellido”. No hay otra raíz pascual que la implicación de
Jesús en la vida de la humanidad, tomando a cada ser humano como centro y
vértice de esa relación.
Nos
ponemos, por ello, a re-hacer la ruta del Calvario. En el Viacrucis de los
jardines de Loyola (Azpeitia) se ha tratado de plasmar el camino de Jesús en
paralelo con el itinerario de tantos migrantes. Cuando nos internamos en la
Pasión de Cristo, surgen otros crucificados que acompañan a Jesús. O mejor, nos
damos cuenta cómo Jesús está presente misteriosamente en tantas personas
doloridas que no encuentran un lugar adecuado en el mundo. Los más de sesenta
millones de desplazados que toman un sendero solitario e incierto, reproducen
la misma vía por la que pasa la Cruz de Cristo. También en nuestro país, estas
personas sufren el vacío legal de tantos centros de internamiento de
extranjeros donde se les da cobijo, pero con derechos personales en suspenso.” (Antonio J. España, SJ. Provincial de
España)