14 al 16 de
Abril de 2015
“es bueno que se sepa desde ahora que no habrá posibilidad de remar nocturnamente hasta la otra orilla que no sea la nuestra ya que será abolida para siempre la libertad de preferir lo injusto…” Mario Benedetti.
Como habéis podido ver en el blog de CVX España y en la
página web del sector social de la Compañía de Jesús, entre el 14 y 16 de abril
se ha celebrado el Foro Igaciano sobre Frontera Sur.
Allí he estado invitado como miembro del Equipo de
Migraciones de CVX España y mi intención es presentaros algunas reflexiones que
me surgían, así como intentar acercaros mi experiencia, otros aspectos como los
objetivos del encuentro, contenidos… podéis encontrarlos en las referencias
anteriormente mencionadas.
El Foro ha tenido lugar en Nador, una ciudad Marroquí que
hace frontera con Melilla, entre las que median 12 kilómetros por carretera. Un
enclave natural realmente bonito con el mar al norte, al que la ciudad se asoma
desde un paseo renovado con grandes inversiones de dinero, en el que se están
desarrollando grandes proyectos de turismo con fuertes intereses económicos.
Así situados damos la espalda a las colinas y montes que rodean la ciudad donde
más que la belleza nos remueve la situación de cientos, miles, de personas que
viven en ellos, en algunos casos durante años, sin posibilidad de acceder a un
trabajo o a otros medios de vida, y sin los recursos que se establecen en un
entorno urbano.
En la ciudad una de las cosas que llama la atención es el
bajo nivel de vida general, así como los contrastes en un mismo espacio. De
forma que conviven edificios abandonados con un hotel de lujo, al lado de casas
habitadas pero con necesidad de un mantenimiento que lleva años sin hacerse.
Así mismo, los servicios públicos, como el de la limpieza, no parecen existir
responsabilizándose de ello los encargados de los comercios que baldean el
trozo de calle que corresponde a su local.
No se ve policía sin embargo no hay sensación de inseguridad
pudiendo pasear tranquilamente por cualquier zona sin sobresaltos, así mismo, y
paradójicamente, la sensación de control es bastante alta. Frente al centro
Baraka, donde nos reuníamos, había constantemente policía secreta, y en el
hotel e incluso a veces cuando nos movíamos en grupo había alguna persona cerca
escuchando o siguiendo los desplazamientos. Recordaba viejos tiempos ya casi
olvidados.
En resumen, se percibe un intento de dar un lavado de cara a
la ciudad con grandes inversiones que a día de hoy no están generando
redistribución de riqueza, así como un
férreo control a aquellas actividades y proyectos socio religiosos no
gubernamentales.
Se acepta la presencia de la Delegación de Migraciones y su
proyecto de acompañamiento a la atención sanitaria pero no se reconoce
oficialmente. Se juega con la indefinición. Esto permite que ante tensiones
diplomáticas se puedan generar presiones al margen de normativas y leyes. Se
cuida mucho “no violentar” a las autoridades locales por los efectos que pueda
tener en el proyecto, y desde instancias oficiales como el propio consulado por
los efectos que puedan tener en otros ámbitos de la política exterior. En lo
concreto esto supone que a última hora se conoce que el Foro posterior sobre
espiritualidad y frontera que se iba a desarrollar entre Melilla y Nador, y que
convoca a más de 300 personas, no obtiene el permiso de los gestores públicos
locales: La frontera no existe.
Es un “juego” de estrategia donde se olvida el efecto de la
situación en las personas y se establece un toma y daca.
Desde la comprensión macro y estructural entorno a la
frontera se establecen relaciones de control y poder sobre las personas y los
recursos que responden en último término a grandes intereses económicos de unos
pocos. Se consiguen recursos naturales, acuerdos empresariales… en connivencia entre
grandes corporaciones y poderes políticos que responden más a sus interés
particulares que a los beneficios de la ciudadanía a la que representan.
Se establecen realidades de injusticia estructural con el beneplácito
del gobierno que encuentran el respaldo en una ciudadanía española confusa que
ya no sabe distinguir entre los derechos y los privilegios. Capaz de apoyar y
justificar la limitación y restricción al acceso a derechos universales como la
sanidad, la educación… a un conjunto de la población residente en su país y,
sin embargo, entender como derecho un estilo de vida insostenible y desde luego
no universalizable.
Es la rentabilidad del miedo en el que una mayoría de la
población entiende que debe defenderse de una amenaza para que realmente otros
puedan seguir sacando sus grandes beneficios. Esta realidad permite, consiente
y perpetúa que se mantengan estas estructuras injustas de las que todos somos
cómplices con diferentes grados de responsabilidad.
Y en medio de todo esto hoy ha habido un intento de salto a
la valla, de la Delegación sale un joven subsahariano de no más de 30 años. Su
andar es como el de un anciano y necesita ayuda para dar un paso tras otro.
Rictus de dolor, tiene la mandíbula rota por tres partes. Está roto. No sólo le
han partido los huesos, también el espíritu. Tendrá que viajar 130 km para que
le sanen físicamente. ¿Cuánto viaje tendrá que hacer para que su espíritu y
esperanza vuelva a renacer? Le quedan semanas de comer sopas y purés con una
pajita, tiempo para poder volver al bosque, desde donde no dudéis lo volverá a
intentar.
En el monte las personas viven en condiciones muy duras,
expuestos a las inclemencias del tiempo, sin recursos, dependen de la ayuda y
atención de otras personas, en general entidades como la delegación que
acompaña a los servicios sanitarios, les ayuda a organizarse y a sensibilizarse
sobre temas sanitarios y de prevención, reparte kits contra el frío: mantas,
calcetines, guantes, gorros y chamarra. Cuando hay, algo de comida y a veces
zapatos. También los lugareños les facilitan agua potable de sus propios
domicilios y a veces algo de dinero. Sin embargo su presencia en la ciudad no
es bien vista y desde luego no acceden a ningún tipo de trabajo.
En el monte se viven dos grandes realidades la precariedad y
el miedo. El miedo a la policía o a las fuerzas auxiliares, el miedo a las
mafías. Y si embargo es un lugar en el que se vive de la esperanza, la
esperanza de pasar la próxima vez.
La frontera es un lugar de tremenda contradicción. La
contradicción de una población local que no quiere verles pero les ayuda según
sus recursos, la contradicción del miedo y la esperanza.
Es un espacio teológico de intensa humanidad donde se
encuentran personas buscando sueños, esperanzas, ilusiones, con una dependencia
absoluta en otros seres humanos para cubrir las necesidades más básicas (agua,
alimentación, vestimenta…)
Y a la vez es un espacio muy deshumanizado por parte de los
estados fronterizos para los que lo que menos importa son las personas sino las
estrategias diplomáticas que les permitan establecer relaciones ventajosas para
los fines que persiguen que no siempre están en sintonía con las necesidades de
la ciudadanía a la que representan.
Y mientras en Europa se sigue sin reaccionar, cada día
mueren en las costas italianas cientos de personas. Pararos un poco. Cientos de
personas no son palabras.
Es momento de recordar las palabras de Pablo Neruda: “No sé
quién es el que sufre pero es de los nuestros”.
Es momento de esperanza, de esperanza cristiana. Desde CVX
estamos llamados a las fronteras, no sólo a estas pero también a estas. Como
cristianos estamos llamados a construir Reino aquí y ahora, junto con otros y
otras, y esto desde nuestra realidad cotidiana, de familia, trabajo, servicio…
La gran mayoría situados en esa base de iceberg que nos presentaba Franklin,
que no es un espacio cómodo desde el que vivir nuestro ser cristiano y CVX de
forma pasiva y rutinaria o comprometidos con la realidad en nuestros tiempos
libres. Es una llamada a revisar nuestras vidas, una llamada a revisar nuestro
estilo de vida, nuestro consumo, a quién votamos, con quién vivimos, con quién
nos relacionamos, qué valores transmitimos, es una llamada a implicar nuestras
vidas ordinarias y “ocultas” en la construcción del Reino desde y con nuestra
familias. A vencer las comodidades, las rutinas, los ritmos adquiridos, a estar
en las fronteras incómodas, desequilibrantes, contradictorias desde nuestro día
a día y realidad.
Con la confianza de aquello que decía Galeano: “Mucha gente
pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, cambian el mundo”.
Asier Arpide Etxano
Coordinador Equipo Migraciones CVX España