Desde un profundo sentimiento de
agradecimiento por todo lo vivido, quiero compartir la experiencia de la
celebración de la 100 Jornada del Emigrante y el Refugiado, organizada por la
delegación diocesana, de la que CVX forma parte. Contamos con la presencia de
Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, y de la delegada de migraciones de esta
diócesis, Inma Gala. Queríamos tener presente este año de forma especial, la
realidad de la frontera sur, en el testimonio de esta iglesia minoritaria,
extranjera ella misma, que acompaña diariamente a las personas que esperan su
oportunidad para pasar a Europa. Queríamos dejarnos tocar el corazón y ser
altavoz de sus denuncias.
D. Santiago es un hombre de Dios.
Esto se dice de las personas que lo transparentan continuamente porque es el
centro de su vida. Los contactos previos a la Jornada y las horas que he pasado
con él me han dejado el poso de su gran humanidad y sencillez, en sus gestos,
en su forma de hablar, de mirar, de reír, y hasta de cantar y bailar… recordaba
constantemente las palabras del Papa Francisco sobre la necesidad de evangelizar
desde la alegría.
No tengo espacio en este pequeño escrito para contar todo lo
que transmitió, pero me quedo con dos mensajes. Por un lado, que lo más
importante de nuestra Fe es que Jesús nos muestra a un Dios encarnado, que
alcanza agotado del camino y sediento el pozo de Sicar y allí se produce el
milagro del encuentro con una extranjera, mujer, samaritana, pecadora… que los transforma
a los dos. Esta escena es la misma que se repite en su realidad, cuando Jesús,
en la persona del emigrante subsahariano, hombre, mujer, agotado, aterrorizado,
herido, sediento, pobre, busca en su iglesia un poco agua… y ese encuentro
genera nuevas dinámicas de fraternidad. Por otro lado, el segundo mensaje que
destaco es la reflexión sobre qué significa
entonces ser seguidor de este Jesús encarnado, qué significa compartir
el pan de la Eucaristía, que se parte y reparte, y que requiere una entrega sin
límites, un compromiso radical, que no entiende de momentos o reservas para
metas personales, porque clama nuestra respuesta de escucha, acogida,
compasión, denuncia…
Inma Gala nos contaba la realidad
dramática de esos “puntos calientes” de la frontera Sur (los bosques junto a
las vallas de Ceuta y Melilla, las playas y el puerto de Tánger). Nosotros vivimos
al otro lado… ¿cuál es nuestra respuesta ante la muerte y el sufrimiento, ante
la cruz?
En la Eucaristía del domingo hicimos
posible entre todos que ese lugar de encuentro, que ese pozo de Sicar, que fue
la parroquia de la Blanca Paloma durante un tiempo, volviera a resucitar.
Sonaron nuevamente los timbales y las canciones africanas, el altar se llenó de
ofrendas procedentes de todos los rincones del mundo y de corazones abiertos
que habían hecho los niños de la comunidad parroquial. Moncho nos desgarró el
alma con su canción “no me llames extranjero”. Hubo fiesta, baile y
fraternidad. El Señor estaba feliz en medio de nosotros.
Inma Mercado
Agente Apostólico. CVX-Sevilla.