Pedro Alonso, de CVX-Tenerife, nos cuenta una noticia impresionante.
La semana pasada una noticia de prensa que casualmente cayó en mis manos (y digo casualmente porque no es de las que suele figurar en 1ª página), me impresionó: una ex-azafata de vuelo prejubilada, dedicaba su pensión a acoger en su casa a 10 hombres sin techo, con los que además había creado una empresa de reciclado de muebles con la que se ganaban la vida.
Y ya les digo que me
impresionó y mucho, porque el uso que esta señora estaba haciendo de su tiempo
y su dinero a esas alturas de su vida, contrastaba como un rayo de luz en medio
de la oscuridad de las noticias (estas sí de 1ª página), con las que nos
estuvieron despachando durante la semana. Eran noticias de cuentas secretas en
Suiza, de codicia institucionalizada con ya casi 6 millones de personas sin trabajo,
de uso de las instituciones públicas para enriquecimiento personal y
corporativo. Pero ese rayo de luz que para mí atravesó la semana hizo que
interiormente le diera la razón a quien dijo hace poco también ante los
micrófonos de Radio ECCA, que “no podía ser pesimista cuando ves a tanta gente
que hace tantas cosas, muy bien”.
Y efectivamente es
así, porque si algo tiene el bien es que es silencioso y discreto, pero tenaz y
poderoso para cambiarnos y cambiar las cosas. De este modo no podrán vencernos
ni desanimarnos, por mucho que nuestros representantes públicos nos mientan un
día sí y otro también y que los dueños del dinero tomen posiciones para
blindarse y tener más ventajas aún si cabe, sobre los demás. La última, que
puedan dirigir entidades bancarias los condenados con sentencias en firme.
¿Y saben lo que
pienso? Que actuando al estilo de la señora que les comentaba al principio,
replanteándonos el uso que le damos a nuestro tiempo y nuestro dinero es como
haremos creíble el evangelio. Seguramente nos pareceremos algo más a Jesús, que
“pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch 10,38), pero que no era una farmacia
ambulante ni un dispensador de servicios asistenciales, sino que sanaba a la
“persona entera”, a ella y a su entorno. Es el “vino nuevo” de Jesús que exige
un cambio de mentalidad y de obrar: “Nadie echa vino nuevo en odres viejos,
porque revientan los odres y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo,
odres nuevos”. (Mc 2, 22).
(Reflexión publicada
en la web de la Red Ignaciana de Canarias Anchieta el 28 de enero de 2013 http://www.redanchieta.org/spip.php?article1004)