Ana Nicuesa, de CVX-Tenerife, nos cuenta su experiencia con la CVX de Bolonia.
Tengo una cita, salgo de casa en esta ciudad desconocida todavía y no estoy segura de si mi decisión será la correcta. Camino al centro de la ciudad y aunque en el mapa parecía sencillo en el último momento me arrepiento de no haber salido antes de casa y haber tomado un bus.
Envío un SMS a la
gente que me espera y les invito a que entren y ya nos vemos luego. Llego
finalmente no demasiado tarde y abro la puerta. La imagen es sorprendente.
Estoy en una iglesia gótica preciosa donde no hay bancos y la gran mayoría de
la gente se sienta en el suelo. Intento buscar mi sitio y sigo devorando la
escena. La iglesia está llena de gente joven (diría yo entre 20 y 45 años). Con
la mirada localizo a mis nuevos colegas de CVX de Bolonia. Los conocí el día anterior
ya que fueron tan simpáticos y amables de quedar conmigo e invitarme a cenar.
En esa cena me hablan de esta misa. Me avisan que dura una hora y media y por
eso me sorprende que haya tanta gente joven en la iglesia.
Una niña de CVX llega
tarde y se sienta a mi lado. Me sonríe, me saluda y Giselle hace que me sienta
en casa. Parece que hemos sido amigas desde hace años. Noto la mirada de
cuidado del resto de compañeros hacia mí. Giselle me explica que por ser
cuaresma se quitan los bancos. Llega la hora de la homilía y me rio al ver al
jesuita que celebra la misa sentarse en las escaleras del altar. La imagen es
de cualquier forma novedosa.
La homilía es larga y
hermosa. El tono, la forma y el contenido me recuerdan a la espiritualidad
ignaciana. Al cabo del rato, se dan instrucciones para que en mitad de la misa
se pueda tener un rato de oración personal. Son unos 10/15 minutos donde uno
puede buscar un rincón recogido en la iglesia, la cripta o las diversas
capillas. Algunas personas se mueven y otras se quedan donde estaban. Por estar
en cuaresma no hay musica que acompañe.
Siento que esta misa
novedosa es un regalo para las gentes de Bolonia pero también para las de
cualquier ciudad. ¡¡¡Qué maravilla poder encontrar una celebración así en
cualquier ciudad!!!
Y las sorpresas no habían
terminado. Al terminar este tiempo de oración personal se nos invita a
compartir lo que hemos sentido en la oración. Tímidamente una mano se levanta y
el jesuita que celebra con paso tranquilo y sonrisa en la cara se acerca
solícito. Este entrega el micrófono y la persona comparte. Es rico y lindo ver
la espontaneidad de estos jóvenes en compartir lo que han sentido en su
oración. Siento que estoy en una misa como las que celebramos en grupo en la
CVX pero esto es distinto, es hasta más rico quizás porque insisto, estoy en
una parroquia normal en Bolonia. La misa es pública y está abierta a todo el
mundo.
Cantamos en italiano,
español, latín e inglés. Hay gente joven en las ofrendas, en las lecturas,
pasando el cestillo. Y comparo con mi soledad en las misas alemanas y le doy
gracias a Dios por este regalo. Antes de terminar se dan avisos. Hay unos
cuantos avisos ya que en Bolonia existe algo que se llama “Rete Loyola” que
aglutina a diversos grupos de gente joven que trabajan en diversos campos (visitar
hospitales, ayudar al cuidado de chicos adolescentes en situación de desamparo,
grupos litúrgicos, etc.).
Al salir de la
iglesia mi nuevo grupo de CVX se reúne. Me siento bienvenida y acogida y le
sigo dando gracias a Dios por este inmenso regalo. Al final vuelvo a vivir en
primera persona que la CVX será tan bonita y tan grande como la queramos hacer.
Le doy gracias a las personas que recibieron mi email y respondieron a este con
sencillez y apertura. Yo creo que a nosotros gentes de CVX nos falta entender
muchas veces la dimensión universal de la de nuestra comunidad. Esta muchas
veces nos viene impuesta en forma de documentos y obligaciones y nos puede
parecer más una carga que un regalo. Y mi experiencia dice que encontrar a otro
ser humano, en un país distinto, con una clara vocación de CVX en su vida es un
regalo.
Sería bueno poder
construir la CVX Mundial de abajo a arriba. Ojalá se promovieran las visitas de
las gentes normales de unos grupos a otros. Y ojalá todos los recursos que
forman parte del gran regalo de la espiritualidad ignaciana estuvieran
ordenados en alguna pagina web.
Pero mientras todo
eso pasa…construyamos todos, cada uno a nuestra medida, esta hermosa familia a
medio construir que es la gran familia de las gentes con espiritualidad
ignaciana.
(Publicada en la web
de la Red Ignaciana de Canarias Anchieta el 23 de febrero de 2013 http://www.redanchieta.org/spip.php?article1039)