A menudo cuando tenemos tiempo libre, tiempo
de descanso, parece que lo que debemos hacer es desconectar, salir, casi
escapar. Verlo todo, visitarlo todo “disfrutar de todo”... En el fondo,
aplicamos los principios del consumismo también al tiempo de verano. Esta vez me
gustaría que fuera diferente; podríamos proponernos tres cosas:
-Recuperar la alegría y el amor. El camino
iniciado por Jesús no se extingue en el esfuerzo o en el sufrimiento, sino que
se prolonga la coherencia también cuando se vive desde el gozo y la entrega,
cuando se celebra y se comparte en comunidad.
-Renovar mi mirada. Esta vez voy a intentar mirar
menos objetos y edificios y voy a mirarme más a los ojos, para descubrir cómo miro. En el Evangelio numerosas veces
se habla de la mirada de Jesús. Esa mirada llena de compasión y misericordia,
que sanaba y que transformaba, ¿Cómo puedo
aprender a vivir desde “esa mirada” tierna y confiada que sana?
-Aprender a
compartir. Jesús opta siempre por los pobres y necesitados. Se vuelca con
ellos. No puede bastarnos con no hacer nada malo, quizá debamos plantearnos qué
podemos hacer en positivo, cómo acoger, servir y
compartir más en estos días, que no van a ser de veraneo para
todos...
Así cuando vuelva de mis vacaciones, aunque
todo siga aparentemente igual, habré buscado encontrarme conmigo mismo y con los
caminos que llevan a Dios. Aunque haya prisa y agobios, exceso de actividades,
presiones y ruidos a mi alrededor, quizá pueda volver
a la rutina con un corazón sosegado, teniendo más claro lo que da sentido a mi
vida, lo que busca mi corazón. Para que aunque tenga que volver a mis
tareas rutinarias, intente hacerlas mejor, sintiéndome conectando con Jesús y dejándome guiar por
Él.
En definitiva, aprender a conocer más a Jesús,
pero ese "conocimiento interno" del
que nos habló san Ignacio, que va más allá de la razón, e incluso del
corazón...
Extraído de
http://tallerdeoracionpersonal.blogspot.com.es/ y http://parroquia-madrededios.blogspot.com.es/