Amor discreto, pasiones concretas, Iglesia invisible


José María Rodríguez Olaizola, sj

Si le preguntas sobre la Iglesia a cualquiera que esté informado acerca de la realidad únicamente desde los medios de comunicación, su respuesta, probablemente, estará plagada de lugares comunes. No necesariamente falsos, pero tampoco muy matizados. Fundamentalmente, por uno u otro camino, hablará de uno de estos tres ámbitos: Jerarquía, cuestiones polémicas y normas. No hace falta explicarlo mucho. Desde el Papa a los obispos, las declaraciones, tomas de postura o decisiones son examinadas y filtradas convenientemente. No todo lo que plantean aparece en los medios, pero sí aquello que puede dar lugar a buenos titulares. Y en ese sentido, ya hablemos de medios que se alineen con posturas eclesiásticas, o medios que se enfrenten a ellas, lo que tiene más repercusión son las cuestiones polémicas: el posicionamiento ante determinadas leyes, como puede ser lo relativo a la educación religiosa; las declaraciones o campañas sobre asuntos de enorme carga vital y emocional, como el aborto, la eutanasia o el control de la natalidad; y los asuntos turbios o escabrosos, como las sospechas de irregularidades en la gestión económica de tal o cual diócesis, o como los escándalos sexuales protagonizados por sacerdotes y mal asumidos por sus superiores. Todo ello genera movimiento, opinión e interés... También tienen cierto eco, aunque es más bien interno, los nombramientos o movimientos de obispos. Cuando alguien es elegido para ocupar un cargo de cierta relevancia, o es enviado a algún dicasterio en Roma, entonces la prensa de nuevo lo resalta, se procura hablar de ascensos o castigos y, generalmente, se interpreta en clave de juegos de poder.


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