Carta abierta desde la Amazonía peruana de Norberto (CVX en Sevilla)

 

Esta es una carta abierta porque sois muchos los que me habéis pedido que os envíe noticias.


Regresé a Perú el día 28 de febrero acompañado por mi amigo Javier Guerrero (Javi), un médico almeriense que terminó la especialidad de Medicina Interna en mayo pasado. Ambos traíamos bastante equipaje; yo, concretamente traía una de las maletas cargada solo con regalos para las monjas que me dan de comer cada día y otros amigos.

Javi permanecerá aquí unos meses, al menos esa es su intención, aunque no tiene decidido cuánto tiempo ni ha sacado billete de vuelta. Espero que se quede con nosotros de forma indefinida. Él, según me expresó cuando nos conocimos, quiere dedicar su vida a la cooperación y Santa Clotilde le va a servir de prueba larga porque ya ha hecho algún voluntariado de verano en África.

La obligada parada en Iquitos se prolongó por varios días. Primero yo tenía que pedir cita en migraciones para recoger mi carné de extranjería, lo que demoró tres días. También Javi aprovechó para tramitar la validación de su título de medicina en Perú. Ahí comenzó a enterarse de cómo funcionan aquí las cosas. Tenía que legalizar una copia del título ante notario; llegamos al notario y en el mostrador de recepción una secretaria le pide la copia y, sin siquiera mirar el original, le mandan a caja a pagar los honorarios, regresa con el justificante de pago y le pasan la copia del título (sin el original) al notario. Al momento sale la secretaria con la copia legalizada. Después aprovechamos para hacer algunas compras de artículos que no se consiguen en Santa Clotilde y no merece la pena traerlos desde España. También paseamos por Iquitos para que Javi conociera los lugares más importantes. Al llegar al barrio de Belén, en la misma orilla del río, intentamos bajar, pero una señora salió a la puerta de su casa y nos advirtió que no bajásemos porque nos iban a atracar.


Barrio de Belén


En Santa Clotilde encontré algunos cambios: para empezar, mi apartamento tenía “ocupas”. Resulta que un corrimiento de tierras (aquí lo han denominado desbarranque), provocado por la erosión del río, se había llevado por delante gran parte de la primera línea de casas más cercanas al río incluidas la parroquia y la casa de los franciscanos. De los cuatro franciscanos que había, dos han sido trasladados a otras misiones de Perú y los dos que han quedado han tenido que alojarse, provisionalmente hasta que reparen su casa, en mi apartamento aprovechando las dos habitaciones vacías que quedaban. Lo peor ha sido el desastre para las familias que se han quedado sin casa. También se ha arruinado el nuevo mercado municipal que se acababa de construir, aún no se había llegado a inaugurar e iba a dar trabajo a mucha gente. ¡A la pobreza se suma más pobreza!

Se supone que el gobierno regional debería ayudar en estas circunstancias, pero las ayudas nunca llegan o, debido a la corrupción galopante que impera en este país, se pierden por el camino. El año pasado, por ejemplo, el gobierno regional envió 300.000 soles a nuestro ayuntamiento para apoyo a la salud por la pandemia. La única entidad proveedora de salud en todo el distrito es nuestro hospital. Por supuesto no nos llegó ni un céntimo; al parecer, el alcalde justificó los gastos con firmas falsificadas, pero ni es fácil demostrarlo ni hay garantía de ganar un pleito que, además, tardaría años en resolverse.

El mercado municipal totalmente agrietado antes de inaugurarlo.

También encontré mucho personal nuevo en el hospital, especialmente entre el personal sanitario, algunos ya se marcharon y vinieron caras nuevas. Actualmente estamos cuatro médicas peruanas contratadas, una voluntaria española (la que queda de los cuatro que vinieron en julio de Madrid), Javi y yo. Por supuesto, todas las doctoras (como dicen acá), que tienen su carrera recién terminada, se han pegado a Javi que es el que sabe medicina de verdad y tiene más experiencia y ya lo tienen como referente.


Hemos recibido la donación de un motofurgón que se ha adaptado para usarlo como ambulancia lo que nos permite traer y llevar pacientes impedidos de Santa Clotilde a sus casas y bajar hasta el muelle a aquellos que tenemos que derivar a Iquitos. La verdad es que resulta una ambulancia un poco rara, así que la hemos bautizado como “furgolancia”.

La furgolancia


Javi ha sido un gran fichaje; personalmente le estoy muy agradecido y muy contento con él y él está muy contento aquí. Enseguida se ha adaptado a la forma de trabajar del hospital, al infinito papeleo (todo es burocracia) que nos exige la dirección regional de salud, a las comidas del hospital, a los compañeros… y ya empieza a ser bastante popular entre la gente del pueblo. También tiene interés por aprender aquello que no es de su especialidad. Un día pidió a la matrona que le dejase atender un parto porque nunca había hecho uno. La verdad es que no tuvo mucha suerte porque le tocó una primeriza con un parto algo complicado que terminamos resolviendo entre la matrona y yo, pero le sirvió para empezar a hacer manos en el mundo de la obstetricia y ver sus dificultades.

En la rutina diaria, Javi lleva la voz cantante en la ronda que hacemos cada mañana a los pacientes hospitalizados y yo me dedico más a mi tema con las pacientes obstétricas y ginecológicas, que aquí son muchas, a la ecografía y radiología y a la gestión que como director médico en funciones me quita mucho tiempo. Ya le he planteado que empecemos a realizar sesiones clínicas periódicas, pues veo que las médicas están bastante verdes y agradecen toda la formación que les damos.


La primera misa de domingo a la que pude asistir también fue novedosa. Al haber quedado destruida la parroquia, los franciscanos han tenido que habilitar una nave que se usaba como almacén para adecentarla y usarla como templo. Había escuchado algunas críticas al local por quienes lo consideraban indigno para la celebración de la eucaristía, pero confieso que la misa fue tan bonita y tan sentida que, después de la comunión, solo me salía agradecer la oportunidad de disponer de ese lugar y, en un momento que para mí fue de profunda consolación, me eché a llorar por sentir con fuerza la presencia de Dios. Pensé “Norberto, ya estás de vuelta en la selva”.


La misa en un almacén improvisado como templo. Coro de niños uniformados con su poncho.


En esos días, recibimos la visita de una comisión sanitaria de Iquitos encabezada por el director regional de salud que inspeccionaron la mayor parte de nuestros puestos de salud concluyendo en el hospital. Nos vino muy bien para que apreciaran de primera mano las carencias y necesidades que tenemos. Era la primera vez que un director regional se dignaba visitarnos y nos ha venido muy bien porque a los pocos días recibimos una lista de material que nos van a donar.

Mi estancia en Santa Clotilde fue breve porque el día 11 de marzo todos los nuevos misioneros del Vicariato, unas treinta personas, estábamos convocados a un encuentro de dos días en la localidad de Indiana (sede apostólica del Vicariato) con la finalidad de conocernos y realizar diversos talleres de formación tales como: “Culturas y Espiritualidades Indígenas”, “Historia del Vicariato” o “Amazonía: Historia, Paisaje, Medios de Vida, Su Importancia en el Cambio Climático y Alternativas para las Comunidades Locales”. Este encuentro continuó con la Asamblea Anual del Vicariato que duró desde el día 13 al 19, al que acudimos un total de 84 personas, entre consagrados y no consagrados, de los 17 puestos de misión que tiene el Vicariato en sus 150.000 km² en las cuencas de los ríos Amazonas, Napo, Putumayo y Yavarí. Debido a la pandemia era la primera asamblea que tenía lugar después de dos años sin poderla celebrar. El objetivo principal de la Asamblea era diseñar el plan pastoral del Vicariato para los próximos cuatro años, establecer una meta final, marcando los objetivos parciales y proponiendo las estrategias adecuadas a partir de la misión de cada uno. En total fueron nueve días de intenso trabajo, reuniones, convivencia con mucho compartir y socializar para aprender y conocernos. Quizá la única debilidad que encontré fue la escasez de laicos entre las 84 personas; en cambio abundaban las órdenes religiosas femeninas cuyos nombres no he conseguido quedarme. Como yo era el único médico, tampoco faltaron los ratos de consulta, a veces programadas y otras por los pasillos.

Para mí, tanto el encuentro como la Asamblea han supuesto un paso más en mi convicción de la necesidad de cambio que necesita la Iglesia, una Iglesia en salida con rostro amazónico como nos pide el papa Francisco.


Para los que todavía se empeñan en mantener las estructuras de siempre os contaré una anécdota que narraba una monja:

A su puesto de misión llegó un sacerdote nuevo que no conocía la idiosincrasia indígena y se empeñó en decir misa para todo el poblado al estilo tradicional. La monja le advirtió que no debía decir misa, pero el cura insistió. El indígena es muy hospitalario y especialmente con las personas que llegan nuevas a su comunidad; siempre los acogen en sus casas y les dan de comer lo primero de todo. A esta parte de la selva nos llegan dos refrescos, CocaCola e IncaKola, que son los más habituales y que aquí les llaman gaseosa de forma genérica. Por indicación del “apud” (jefe de la comunidad), todo el pueblo se reunió para la celebración de la misa que el sacerdote inició con el rito tradicional sin que los indígenas entendieran nada de nada hasta que, en plena consagración, mientras el sacerdote elevaba la hostia, una mujer se pone al lado del cura y le pregunta: “padre, usted qué va a tomar Coca o Inca”… Creo que ahí se terminó la misa.

Los talleres sobre la Amazonía los impartió el biólogo José Álvarez, un biólogo leonés nacionalizado peruano que ocupa el cargo de director del Departamento de Medio Ambiente del ministerio correspondiente. Decía que está harto de pelear con el gobierno por las malas políticas que se llevan a cabo en la Amazonía peruana desde Lima, con total desconocimiento del territorio amazónico y sus pobladores, invirtiendo millones de soles en proyectos inútiles. No se tienen en cuenta las calidades de los distintos suelos para cultivar, los frutos que, de manera natural, da esta tierra ni, por supuesto, las necesidades de los indígenas.

Creo que en estos días he aprendido más que en todos los meses anteriores que he pasado en la selva.

La gran maloca del Vicariato donde realizábamos los talleres y demás reuniones.

Cada tarde, durante esos 9 días, teníamos misa a las 7 en la que un coro de nuestras monjas, Esclavas Misioneras de Jesús (este nombre sí me lo quedé), hacía los cantos. Uno de los últimos días, terminada la misa, se me acerca una de ellas y me dice: “doctor, venga un momentito”. Me acerco al coro y ellas esperan a que la iglesia se quede vacía. Entonces, mirando la imagen de la virgen, se ponen a cantar la salve rociera. Resulta que yo, algunos días al terminar la jornada mientras repasaba los apuntes del día, ponía música en mi móvil y una de las monjas al pasar por mi puerta oyó la salve rociera que yo escuchaba en ese momento. Ellas la conocían porque su orden se fundó en Navarra y habían estado en España unos meses donde tuvieron oportunidad de escucharla. Fue el mejor regalo que he recibido desde mi regreso al Perú.

Luego, en mi oración, agradeciendo ese regalo, caía en la cuenta de todo lo que continuamente estamos recibiendo y cómo se nos devuelve multiplicado: yo, apenas les había dado algún consejo médico para una de sus hermanas más mayores y ellas me regalan sus voces maravillosas con esa salve que entusiasma y emociona a cualquiera; recordaba las tres preguntas que san Ignacio plantea en los ejercicios espirituales: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué voy a hacer por Cristo? Y veía que por mucho que yo haga, por mucho que yo crea que estoy haciendo, siempre recibiré mucho más.

Durante la Asamblea recibimos la visita del provincial de los franciscanos que había quedado en reunirse con nuestro obispo para tratar de la permanencia de los dos franciscanos que nos quedan en Santa Clotilde, pues aún no se sabía por cuánto tiempo iban a permanecer con nosotros. De momento, parece que el provincial garantizó que se queden este año e incluso planteó la posibilidad de enviar un tercero. El eterno problema es la falta de vocaciones. Sería una pena que, al final, los tuvieran que trasladar porque son los únicos frailes, y solo uno de ellos es sacerdote, para todos los 500 kms de nuestra microred.

Terminada la asamblea viajé a Iquitos porque el domingo 20 tenía que presentarme al examen nacional de medicina, una especie de examen MIR que cualquier médico, nacional o extranjero, debe aprobar para poderse colegiar en Perú. Colegiarme me permitiría poder firmar recetas y todo tipo de documentos médicos oficiales, lo cual sería bastante ventajoso para el hospital. Yo no las tenía todas conmigo porque ni había tenido tiempo de estudiar ni, después de cuarenta y pico de años haciendo solo mi especialidad, recordaba casi nada de lo que estudié en su momento. Así que me presenté con toda la tranquilidad que da el llevar el suspenso en el bolsillo. Pero, como los milagros existen, aprobé. Ya he realizado todos los trámites para la colegiación y estoy a la espera de que me respondan, según la ley, en un plazo de diez días.

El mismo día que recibí la buena noticia de mi aprobado me llegaba la mala: una niña de Santa Clotilde de 11 años de edad se había ahorcado. Ignoro lo que hay detrás de esa tragedia (¿abusos, malos tratos? Aquí todo eso es tan frecuente…), ¿cómo de harta o de desesperada debía estar esa niña para quitarse la vida? ¡Cuánto trabajo nos queda por hacer con los adolescentes!

Nuestro obispo es español, de Don Benito o como se llame ahora. Él también regresó a Iquitos donde coincidíamos a diario en el comedor para almorzar. Un día, comentando sobre la comida, me dijo que era negado para la cocina y que no recordaba desde cuándo no comía tortilla de patatas. Yo me ofrecí a hacerla si disponía de los ingredientes y él, rápidamente, encargó todo para el día siguiente cuya tarde la pasé preparando cuatro grandes tortillas de patatas para todos los que comíamos en el comedor.

De vuelta a Santa Clotilde he retomado la actividad normal alternando con otros acontecimientos importantes para nosotros: Hemos inaugurado la nueva cocina-comedor del hospital. La antigua era de madera y ya se empezaba a caer por uno de sus costados. Ahora, hemos construido una nueva de “material noble” como llaman aquí a las construcciones de cemento y ladrillo. Parte de los donativos que yo he recibido de muchos de los que ahora leéis esta carta se han dedicado a esa construcción. Tuvimos misa y bendición del local por parte del sacerdote franciscano y un almuerzo compartido por todo el personal.

 

La cocina-comedor antigua


Inaugurando la nueva cocina-comedor



También estoy utilizando parte de vuestros donativos para ayudar en los desplazamientos a Iquitos de los pacientes que tenemos que derivar. Últimamente hemos tenido dos casos de pacientes oncológicas que no podían ser operadas en Iquitos y les hemos subvencionado los pasajes de avión de ellas y un familiar de cada una para Lima. Una de ellas ya está operada y la otra recibiendo quimioterapia. Las campañas de atención sanitaria integral a los 110 poblados que dependen de nosotros ahora son continuas; hay que aprovechar que estamos en temporada de lluvias y el río está muy crecido, lo que favorece la navegación. El combustible también ha subido aquí de manera escandalosa y también hemos usado parte de los donativos para la compra de combustible y aceite para los motores de las embarcaciones que nos transportan. Javi ya se ha estrenado con una campaña de 15 días por el río Curaray, una de las zonas más alejadas y aisladas de nuestra microred. Yo tengo programada otra para finales de mayo porque antes quiero ir a Lima para capacitarme en anestesia, estoy pendiente de que me den fecha para ir. A ver si por fin podemos comenzar a realizar intervenciones quirúrgicas mayores. Para la campaña de Javi hemos tenido que alquilar una embarcación y hacerle algunos arreglos porque es de madera muy pesada y la hemos tenido que acondicionar para una campaña de tantos días. No disponíamos de otra embarcación porque la nuestra ya había salido con otra campaña. Ahora nos estamos planteando comprar otra lancha más; como siempre, todo dependerá de las donaciones que recibamos.

En el hospital estamos distintos equipos de trabajo: médicos, matronas, odontólogos, laboratoristas, psicólogos, farmacéuticos, licenciados (así llaman al personal de enfermería), técnicos… Aunque todos tenemos un objetivo común no siempre reina el buen ambiente en todos los equipos, aparecen celos, rencillas, etc. Mi área es la médica, pero como director médico, me toca lidiar en todas las áreas e intentar poner paz. Hace pocos días la gerente y yo, con ayuda de la psicóloga, organizamos un retiro-convivencia de una mañana completa para las matronas que andaban un poco enfrentadas. La psicóloga, especializada en dinámicas de grupo, preparó unas actividades que resultaron bastante eficaces consiguiendo que los que participábamos nos abriéramos para exteriorizar mucho de lo que llevábamos dentro y arreglar desavenencias. Luego el párroco franciscano puso unos vídeos y dio una charla sobre el amor. Al final, terminamos con un almuerzo compartido. Parece que, de momento, las aguas han vuelto a su cauce y se nota en el ambiente de trabajo.

Quiero agradeceros a todos las continuas muestras de cariño, los whatsapps, las oraciones, el interés por que os informe, las aportaciones económicas… Todo ello hace que me sienta muy querido, afortunado y acompañado. Perdonad si he tardado mucho en enviar este primer escrito, pero ya veis que ando ocupado.

Espero no olvidarme de nadie a la hora de enviar esta carta. En cualquier caso, podéis hacerla extensiva a quien creáis que le puede interesar.

Besos y abrazos amazónicos.

Norberto.



P.D.-Seguramente habréis oído noticias de las revueltas que han tenido lugar en Perú estos últimos días. Para vuestra tranquilidad os diré que aquí no hay nada de eso, esto sigue siendo la selva y, como vosotros, nos enteramos por las noticias que nos llegan de amigos que viven en otras partes del Perú.