8 de marzo: Nos sobran los motivos.

Este 8 de marzo emerge como una gran oportunidad para responder con fidelidad a las preguntas y debates que se mueven entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Es tiempo de dejarse guiar, de no tener miedo y de ser audaces hacia fuera y honestos hacia dentro. En el año 2018, el 8M fue un día histórico y marcó un punto de inflexión en la apropiación de la agenda feminista, siendo secundada masivamente en la calle. Este 2019 se nos presenta un 8 de marzo marcado por filias y fobias, voces dispares, algunas con deseos de dar pasos atrás. ¿Y nosotros como cristianos y cristianas de base? ¿Cómo nos situamos ante este debate social que cruza tan profundamente con lo que somos, que atraviesa nuestra invitación a ser en plenitud?


Me animo a compartir tres claves de análisis y dos invitaciones para comenzar a hacer camino. Necesitamos construir espacios de diálogo, construir debates sinceros y auténticos que nos iluminen en un modo propio de ser lo que queramos ser: feminista, cristiana, casada, profesional, hermana, amiga, madre... Como comunidad cristiana y como parte de una Iglesia con vocación de encarnación esta semana del 8 de marzo puede ser una gran oportunidad para profundizar: Nos sobran los motivos.

Una primera clave que nos puede ayudar para profundiza el 8M es el análisis crítico que nos ofrece la teología feminista. Teresa Forcades en su libro “Historia de la teología feminista” nos propone reconocer la teología feminista como una teoría crítica –hermana de la teología de la liberación-, que se desarrolla en tres pasos: el primero, el de reconocer la contradicción y experimentarla; el segundo, el de tomar postura ante ella y el tercero, encontrarnos con una institución resistente al cambio. Con mucho dolor y con experiencia de contradicción reconozco el sufrimiento que ha generado y que sigue generando la Iglesia a millones de mujeres. Hay un primer análisis que por obvio pasaré sin detenerme demasiado: vivimos en una Iglesia que no reconoce a todos sus miembros de la misma manera y es que por el mero hecho de ser mujer hay una subordinación profundamente naturalizada. Francisco ha intentado dar algún paso, pero están siendo claramente insuficientes. “Tú y tu esposa” reza el título del número 9 de Amoris Letitia manteniéndonos en discursos de la teología femenina de los años 50 –con esa idealización de la mujer sublime, delicada, callada, sumisa que tan flaco favor ha hecho a las mujeres de a pie-, frente a la concepción de la mujer como sujeto de la teología feminista. Pero lo que realmente duele es acompañar el miedo de Ileana, mujer dominicana de 42 años en un embarazo de alto riesgo que confirmado por los médicos no tiene posibilidad de llegar a término por deformación congénita. Ileana tiene miedo, miedo de ir a la cárcel simplemente si muere en su tripa. La Iglesia en dominicana ha hecho oposición a la despenalización del aborto. Duele estar en Asunción, trabajando en prevención de violencias escuchando como la Iglesia paraguaya se pone del lado de los movimientos conservadores con el supuesto amparo de esa palabra inventada para perpetuar el poder por algunos obispos como es la ideología de género… sin duda experimentamos la contradicción. Dentro hay mucho camino por recorrer y es urgente. Si queremos ofrecer una palabra auténtica y de sentido para los hombres y mujeres del siglo XXI tenemos que soltar, ser valientes y animarnos a una reforma eclesiológica profunda. Necesitamos un cambio sustancial, construido desde raíces profundas que vayan al sentido más originario del mensaje de Jesús.

Una segunda clave es hacer un análisis de la realidad desde una mirada histórica. Mirar atrás nos puede ayudar a conectar con una lucha que no nos es ajena. En 1405 Cristina de Pizan escribía “La ciudad de las damas” cuestionando la sociedad de su época: "No hay la menor duda de que las mujeres pertenecen al pueblo de Dios y la raza humana tanto como los hombres y no son otra especie de raza diferente". Desde La ciudad de las damas al 8 de marzo de 2019 ha habido muchos hitos que quizás desconocemos desde muchos ámbitos y especialmente desde el ámbito cristiano católico. Una mirada rápida que les animo a que puedan profundizar nos hace caer en la cuenta de cómo la lucha por los derechos de las mujeres ha supuesto un auténtico cuestionamiento profético desde los márgenes. Y es que hoy día siguen resultando sugerentes las palabras de Mary Wollstonecraf cuando afirmaba en 1792 “No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres sino sobre ellas mismas”. El Movimiento sufragista americano fue encabezado por dos mujeres teólogas protestantes tras escribir “La biblia de la mujer”. La reivindicación de la igualdad de Lucrecia Mott y Elizabeth Stanton se basaba en cuestionar el varón como canon de lo humano. Y es que como dice Mercedes Navarro, las autoras de La Biblia de la mujer consideran que el origen de este concepto de injusticia y desigualdad entre los sexos se encuentra en las páginas de la Biblia, especialmente en las del Antiguo Testamento y en las de algunos textos de San Pablo. Pasado el tiempo, las feministas de la segunda y tercera y ola nos ayudaron a cuestionar la división sexual del trabajo y el espacio de lo privado como el lugar de la dominación. Y es que necesitamos ser comunidad de memoria (Belah, 1996) también en este punto y reconocer la genealogía de mujeres que supieron ponerse de pie y ocupar el espacio reconociendo como dice Francisco: “las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase” (AL 54).

Una tercera clave a considerar es la de Cuestionar el poder. Sin duda uno de los grandes aportes del feminismo y de la teología feminista ha sido el de reconocer que se trata de un cambio de modelo, no es simplemente el acceso al poder. Se trata de incorporar otros lenguajes, otras miradas, otras maneras de ejercer el liderazgo. Un liderazgo desde la circularidad, la sororidad, al estilo del Jesús de Nazaret donde la centralidad es el servicio, no el poder. Es por ello que para poner en marcha el verdadero discipulado de iguales necesitamos superar hoy el concepto de patriarcado y caminar hacia el cuestionamiento del Kyrialcado donde la centralidad es el cuestionamiento del ejercicio del privilegio incorporando el análisis de género, pero yendo más allá del mismo al reconocer que son dinámicas escritas en muchos de nosotros y nosotras. Fue la teóloga Elisabeth Schüssler Fiorenza la que acuñó este concepto que se define como aquel sistema social o un conjunto de sistemas sociales conectados construidos sobre la dominación, la opresión y la sumisión. Se trata por tanto de pasar de la lógica de la dominación a la lógica de la corresponsabilidad reconociendo sin lugar a dudas que ambas dinámicas se dan en hombres y en mujeres pero que históricamente han estado vinculadas a la construcción masculina del poder.

Y paso a proponer dos invitaciones. Desde la sociedad civil la coordinadora de ONGD de España nos invita a vivir este día con nuestras hermanas acompañando a mujeres que defienden la tierra y los recursos de sus pueblos, amenazados por el extractivismo, las empresas transnacionales y los tratados de libre comercio. Condenando la trata de seres humanos, en la que el 71% son mujeres y niñas. Denunciando la mutilación genital femenina y los matrimonios forzados. Condenando la actual Ley de Extranjería y los muros que se levantan en nuestro país generando violencia y muerte. Denunciando la invisibilización de las mujeres en situaciones de emergencia y conflictos armados, y la enorme violencia a la que se ven sometidas. Son esos rostros, esas miles de mujeres con nombre y apellido las que nos hacen gritar con fuerza: Nos sobran los motivos, ni una menos, ni un paso atrás.

La segunda invitación de crucial importancia para este este viernes: Tender puentes. Nos lo decimos, es nuestro modo y cada vez resuena con más fuerza en nuestras comunidades. Y es que no hay que negarlo, las posturas en ocasiones están muy polarizadas, se legitiman discursos y a la vez se fanatizan posturas. La postura más cómoda frente al pensamiento crítico que es capaz de ver y analizar los matices y las problemáticas es la ciudadela que construye muros con aires del pasado y se resiste a hacerse preguntas. El feminismo ha pasado de ser un movimiento occidental académico de mujeres burguesas a los feminismos, un proceso de profunda liberación donde se incluyen y se pueden acoger las diferencias y vulnerabilidades desde un nuevo enfoque sugerente e integral como es el de la Interseccionalidad. Este concepto fue propuesto por la abogada afroestadounidense Kimberlée Crenshaw quien introdujo la teoría de interseccionalidad en los años 80 ante la evidente invisibilidad jurídica de las múltiples dimensiones de opresión vividas por las trabajadoras negras de la compañía estadounidense General Motors. Mirar la discriminación desde este enfoque nos invita a reconocer cómo la discriminación de género necesita ser cruzada por la de raza, clase, orientación sexual, disfuncionalidad… no nos engañemos, muchas de nosotras hablamos desde el privilegio de ser una mujer blanca, universitaria, con un trabajo estable… necesitamos incorporar los márgenes de las personas vulneradas, lo sintamos o no en nuestros cuerpos. Esta mirada más amplia hacia la vulnerabilidad de las mujeres supone romper los todo-nada cuando nos intenten categorizar de un solo lado. Solo desde la construcción de identidades múltiples-complejas, seremos capaces de que emerja una sociedad nueva donde haya una verdadera superación del heteropatriarcado, sin miedo, sin temor, asumiendo que tenemos que ir elaborando nuevos marcos de compresión para este cambio de época, tiempos de pocas certezas que necesitan más que nunca vivirnos enraizados en los más hondo de nuestra espiritualidad.

Teresa González Pérez, CVX Sevilla