Hoy, 17 de mayo, se cumplen 21 años desde la eliminación de la homosexualidad de las listas de
enfermedades mentales por parte de la Organización Mundial de la Salud. En este
día internacional contra la homofobia, queremos seguir dando pasos como Iglesia y como sociedad, publicando el artículo que el jesuita José María
Rodríguez Olaizola escribió para PastoralSJ el año pasado.
Hoy es el día
internacional contra la homofobia. Es una pena que tenga que haber un día así,
aunque por ahora sea necesario. Es triste que en muchos países de nuestro mundo
las personas sean perseguidas por su orientación sexual, en ocasiones
castigadas por la ley, y en otras por la sombra –más sutil, pero igualmente
demoledora- de la ignorancia, la burla, el rechazo y la incomprensión.
Con frecuencia he
escuchado a gente buena que, sin embargo, no tiene reparo a la hora de hacer
comentarios que van desde lo condescendiente hasta lo insultante hacia las
personas homosexuales. Gente que en cuanto oye la palabra gay le añade lo del
Lobby, como si la homosexualidad fuese ante todo una militancia, una ideología
o un grupo de interés; en lugar de ser la condición de muchos millones de
personas en todo el mundo, en todas las sociedades, en todas las épocas y en
todas las situaciones sociales.
Como iglesia también
tenemos que avanzar para forjar una sociedad y una comunidad libre de
discriminación y prejuicio. Se ha recorrido camino. Han cambiado algunas cosas,
y cada vez son más las voces que hablan con respeto, con ternura, y con
valentía, frente a discursos que parecen anclados en otra sociedad y otra
época. Pero hay que avanzar más. Tenemos que contribuir al reconocimiento de la
radical dignidad de todas las personas en la sociedad en general, y en la
iglesia en particular. Hay muchas personas homosexuales, lesbianas, y
transexuales que creen en Dios y que se saben parte de la Iglesia. Pero que en
ocasiones se sienten, como me decía un buen amigo, “obligados a ver el partido
desde el banquillo”, porque se les dice que eso es lo que hay.
No es lo que hay. No
puede ser. Si de verdad creemos en el Dios que a cada uno nos ha creado únicos
y diferentes. Si de verdad creemos en la radical dignidad de todas las
personas. Y si no caemos en moralizar lo que no es moral, sino la condición
humana, en su complejidad y su diversidad.
José María Rodríguez
Olaizola, sj
Publicado en el
portal PastoralSJ