Jon Artabe, compañero de la comunidad CVX Arrupe Elkartea y del equipo de DSI, publicó el pasado 22 de abril en Deia un artículo
con motivo de las octavas jornadas interreligiosas organizadas por la Fundación
Ellacuría del 24 al 26 de abril.
Las reivindicaciones feministas de igualdad entre hombres y mujeres no solo se han generalizado en espacios como el económico, el político, el cultural y el del conocimiento, sino que también han llegado al ámbito religioso.
Los últimos meses han
puesto, otra vez, en primera plana la fuerza de la reivindicación de la
igualdad de derechos entre hombres y mujeres a nivel global. Desde las
denuncias de los abusos a actrices en Hollywood, por parte del productor Harvey
Weinstein, a la movilización general del 8 de marzo a nivel internacional, la
reivindicación de una sociedad igualitaria en lo referente a la igualdad de
derechos entre sexos ha vuelto a poner de manifiesto, por una parte, que aún
queda recorrido para lograr una igualdad real y, por otra, la fuerza del
movimiento feminista para reivindicar y luchar por esa igualdad en todos los
ámbitos.
Esta reivindicación
feminista no solo se ha generalizado a todos los ámbitos sociales, sino que
también comienza a introducirse en distintos ámbitos como el económico, el
político, el cultural o el del conocimiento. Surgen disciplinas como la
economía feminista, el ecofeminismo, el feminismo jurídico o la teoría
literaria feminista. Pero hay un ámbito con el que quizás el feminismo aún no
tenga una relación excesivamente fluida, el campo de las religiones.
Esta difícil relación
se puede entender analizando los inicios del feminismo. Como explica Amelia
Valcárcel, el feminismo es una hija no querida de la Ilustración. A pesar de
que existen múltiples teorías feministas, diferentes entre ellas, su principal
punto en común, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la necesidad
de abolir la injusta dominación del hombre sobre la mujer, surgen en la
revolución francesa como encarnación de la idea ilustrada de la igualdad de
todo hombre y mujer en derechos y en dignidad.
El surgimiento de
este movimiento en un ámbito y en una época en la que la religión era vista
como un elemento discriminatorio y contrario a la igualdad entre los hombres y
mujeres, ha condicionado que para ciertas teorías feministas las religiones
sean incompatibles con la lucha contra el machismo. Las religiones serían
sistemas culturales utilizados por los hombres para mantener la dominación sobre
las mujeres. La discriminación no solo se daría en las propias instituciones
religiosas, sino que las propias doctrinas religiosas serían instrumentos para
legitimar a nivel cultural y social esa dominación.
Por ello, feminismo y
religión serían términos contradictorios e imposibles de conciliar. Solo el
laicismo más extremo sería el que posibilitase las reivindicaciones feministas.
Esta idea no solo se da en los países más secularizados, sino que también en el
mundo musulmán, donde feministas como la argelina Wassyla Tamzali creen
necesario un ámbito de libertad de conciencia al margen de la religión para que
se desarrolle el feminismo, mientras que feministas históricas como la egipcia
Nawal El-Saadawi, estiman que todas las religiones son indefendibles, ya que
todas están contra las mujeres.