IGUALES EN DIGNIDAD, IGUALES EN DERECHO
La JOC y la HOAC, Iglesia en el mundo obrero, comprometidas en la
consecución de un trabajo decente y digno, hacemos nuestros los sufrimientos y
la indignación que provoca las desigualdades e injusticias que sufren las
mujeres.
«Es un trabajo que me
gusta, pero las condiciones son muy malas. Trabajar así es muy duro. Y cada vez
está peor. Ojalá llegue un día en que se pueda trabajar dignamente». Charo es
una trabajadora de 54 años, divorciada y con dos hijos mayores de treinta. Durante
14 años ha trabajado como camarera de piso en un hotel.
El trabajo es el
medio de participación social y política, y debe de poner de manifiesto la
sagrada dignidad de la persona. El resultado de un trabajo digno es una
sociedad equitativa y justa. Cuando el trabajo no prioriza a la persona por
encima del capital, se daña la vida y a la humanidad.
Hoy las mujeres continúan sufriendo en su
dignidad porque:
— Siguen cobrando
menos por realizar el mismo trabajo que los hombres, estableciéndose una brecha
salarial que, según los sindicatos, se sitúa en el 30%.
— Más de dos millones
de mujeres quieren trabajar y no pueden (2.011.000; tasa paro 18,35%). Las
dificultades de encontrar empleo son históricamente mayores que los hombre
(tasa paro 14,97%). (IV Trimestre 2017, EPA 2017).
— La pobreza tiene
rostro de mujer. Más de dos millones de mujeres trabajan a tiempo parcial
(2.066.000) provocando que, pese a que haya trabajado a lo largo de toda su
vida, sigan siendo mujeres trabajadoras y pobres.
— El 89,1% de las
personas que optaron voluntariamente por trabajar a tiempo parcial, para
hacerse cargo del cuidado de personas dependientes, son mujeres, que soportan
una multitud de cargas y tareas que impide una conciliación real entre trabajo
y familia.
— Más del 85% de las
responsabilidades siguen copadas por profesionales masculinos (INE, 2016),
Colocando así a la mujer ante un techo de cristal invisible.
— Una publicidad que
perpetúa los roles tradicionales de desigualdad y discriminación, consolidando
a nuestra sociedad a una violencia de género estructural.
— Existe una violencia
de género estructural insoportable que atenta directamente a la vida. 48
mujeres han sido asesinadas en 2017, siendo la punta del iceberg de este enorme
problema social.
Desde nuestra fe cristiana, proclamamos que la dignidad
de la persona es sagrada e inviolable.
Nos sentimos Iglesia
encarnada en la sociedad junto a quienes sufren las injusticias; para construir
entre todos y todas unas condiciones de vida donde mujeres y hombres
desarrollemos nuestra vocación a la que el Padre y Madre Dios nos llama, a
través de una acción transformadora y liberadora. Queremos situarnos cercanos a
estas situaciones generando luz y esperanza, tal y como se desprende del
seguimiento de Jesús, el obrero de Nazaret y de su proyecto humanizador, de
vida buena, para todas y todos.
La JOC
y la HOAC, Iglesia en el mundo obrero, comprometidas en la
consecución de un trabajo decente y digno,
hacemos nuestros los sufrimientos y la indignación que provoca las
desigualdades e injusticias que sufren las mujeres.
«Ahora sabemos que
podemos tener una esperanza de que esto cambie. Siendo unos pocos no se puede
hacer nada, pero muchos tenemos mucha fuerza». Charo.
Por eso:
■ Reivindicamos un
cambio del sistema económico y cultural que valore el cuidado y
sostenibilidad de la vida, la dignidad de las personas y el bien común.
■ Pedimos una conciliación
familiar real que nos permita compartir los cuidados y la vida. Para ello,
es esencial desarrollar servicios públicos que atiendan las necesidades de
menores y dependientes.
■ Exigimos a las
instituciones y a los responsables políticos el cumplimiento de las leyes hechas por la
igualdad de oportunidades (Ley Orgánica 3/2007) entre mujeres y hombres.
■ Condenamos todo
tipo de violencia contra la mujer. Para ello es necesario que juntas
y juntos construyamos puentes inclusivos en las diferentes maneras de
relacionarse y comunicarse en el mundo laboral, familiar, de lenguaje,
educacional…
■ Consideramos fundamental
promover una educación basada en valores de igualdad, respeto, solidaridad,
empoderamiento y complementariedad, en la que se derrumben cánones
impuestos de feminidad y masculinidad que no permiten desarrollarnos de manera
integral como personas libres.