Crónica de los Ejercicios Espirituales CVX España en Salamanca - Agosto 2016

El Consejo CVX-España ha vuelto a ofrecer este verano la posibilidad de realizar la experiencia completa de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio durante tres años. Ha sido en el Centro de Espiritualidad de Salamanca, del 15 al 24 de agosto. Esta crónica sirve de memoria agradecida por lo vivido y por la generosidad y servicio del Equipo de Acompañantes formado por Roberto Arnanz, Vicente Garrido, Iñigo García y coordinado por Pablo Ruiz SJ, nuestro Asistente de CVX-E.
 
Éramos un grupo de veintiuna personas, la mayoría de CVX. Hubo de todo, unos 1ª semana, otros 2ª, otros 3ª y 4ª, otros semana de renovación… Ya sabéis, silencio estricto, incluso en las comidas, que sólo se rompía por aquellos que leían las lecturas en la eucaristía o compartían sus comentarios, acción de gracias o peticiones. Aquí nos permitíamos alguna que otra sonrisa. Al principio, gestos serios, por el cansancio que llevábamos, pero también por esa frialdad típica de los grupos que inician un recorrido sin conocerse, aunque no todos, y que entre cristianos más que frialdad es timidez. Este aspecto fue cambiando gradualmente en la medida en que nos íbamos dejando acoger y envolver por el abrazo amoroso de nuestro querido Jesús, el Señor, y el Espíritu Santo, sin olvidarnos del Padre y de la Buena Madre. En sólo dos días las caras ya iban cambiando, la serenidad y la sonrisa eran las notas dominantes, y sobre todo un sentimiento hondo de comunión, de hermandad, de comunidad. Porque aunque los EE son personales, individuales, en realidad, son posibles, o al menos, más significativos, más cargados de sentido, cuando se camina en grupo. Al fin y al cabo, hacemos EE para conocer la voluntad de Dios en el avatar del momento que vive cada uno, una voluntad divina que va dirigida a la persona, pero que a la vez busca la apertura y el amor a nuestros hermanos. No olvidemos el plural de la oración que nos enseñó Jesús: “Padre nuestro…” 
 
Es decir, que en los EE, aun inmersos en un silencio prolongado a lo largo y extenso de ocho días, suceden dos hechos maravillosos, muy simples, descubiertos por San Ignacio: Dios desea comunicarse con el hombre. Y en esa comunicación, que no es información, sino sabiduría y amor, un amor que cura, sana y levanta, convierte y transforma, acoge, perdona, santifica… hace que volvamos la mirada de nuestro interior, la motivación de nuestras vidas, nuestros deseos y afectos hacia nuestros hermanos, hacia nuestro mundo, hacia el proyecto del Reino de Dios, en definitiva. Sabiduría de Dios decía también, que pone orden, certeza, paz y bien en esa realidad íntima que habita en cada persona de este mundo, tan necesitada de luz, de discernimiento, de verdad y salvación.
 
Al final, en la última eucaristía, se nos invitaba a compartir la experiencia, la vivencia de los EE para cada quien. Los que compartimos pusimos un acento determinado, nuestro acento, pero os aseguro que había un sentir general, que también se expresó y repetidamente, esto es, un profundo agradecimiento a Dios por el don de sí mismo, por su amor hacia cada uno de nosotros, por el don increíble y maravilloso de los EE, a San Ignacio, a todos sus compañeros jesuitas, los de antaño, los de ahora y los de siempre, a los acompañantes (¡qué sería del inexperto en la vida del espíritu sin su guía y consejo!), un agradecimiento sincero por la casa, y qué casa, no falta un detalle para el objetivo de su razón de ser, qué inversión centenaria de esfuerzos de tantísimas personas que han dado su tiempo, su  dinero, su trabajo, su fe, su entusiasmo, para que un grupo de personas, tu y yo y tantos podamos vivir la experiencia de la comunicación de Dios, real y verdadera, sin engaños, sin fantasías, en el susurro del silencio en medio de un desierto muy cuidado. Creador y criatura, Padre e hijo. Maestro y discípulo, amor y amado… ¡Incomprensible para los criterios y valores de este mundo!, pero para nosotros, ya sabéis… ¡sabiduría y belleza de Dios!
 
Rafa Bonilla,
CVX Granada