Fernando Vidal (@fervidal31), de CVX-Galilea,
publica en entreParéntesis una reflexión sobre el asistencialismo y la exclusión
social en nuestra sociedad a través de dos sucesos ocurridos recientemente.
El modo en
que un país siente la pobreza puede perpetuarla. Recientemente, en Argentina, sacaron un delfín del agua y le dieron
tanto cariño que lo asfixiaron.
Hay sucesos
con gran poder metafórico. Uno de ellos ocurrió recientemente en Argentina. Ocurrió
el 16 de febrero (2016) en la playa de Santa Teresita, una localidad turística
conocida por su balneario. Un veraneante estaba en la playa y distinguió unos
delfines que buscaban comida cerca de la orilla. Pertenecían a la especie
franciscana, uno de los delfines más pequeños del mundo -suele tener metro y
medio- y que por su color marrón recibe el nombre de la conocida orden
religiosa. Se acercó y se
le ocurrió atrapar a uno de los miembros más jóvenes -menos de
un metro de longitud- para sacarse un selfie con él. Otra persona logró tomar
otro joven ejemplar. Muchos bañistas se acercaron a su vez para ver a los
jóvenes delfines de cerca y tocarlos. En las imágenes que recogió otro
bañista se contempla cómo casi cincuenta personas rodean al delfín en manos de
quien lo atrapó, buscan
acariciarlos, expresarles su cariño y hacerse selfies con ellos.
Seguramente, todos sintieron ternura, simpatía y otros sentimientos muy
positivos. Pero el animal, iba apagándose poco a poco hasta que murió deshidratado en manos de todos.
Entonces, lo dejaron
tirado en la playa. Alarmados, dejaron escapar al segundo.
El
franciscana es el delfín más amenazado de toda América. Y del que menos se
conoce. Está clasificado por diversas agencias y tratados internacionales como especie amenazada de extinción.
Me ha
recordado otro suceso reciente que no salió en medios. Recientemente, en un poblado de chabolas
en España se ha tenido que protestar por la cantidad de visitantes que acudían
a mirar y mostrar su simpatía. Grupos de bachilleres con sus profesores iban a
ver a los pobres y su modo de vida. Hasta un sacerdote de larga sotana exigió
poder celebrar misas en medio de las chabolas para los jóvenes que traía de los
barrios bien de la ciudad. La gente se hace selfies con la gente del poblado en las chabolas y
hasta pueden llegar a llevarse trozos de éstas como reliquias. En aquel
lugar lleno del carisma de la miseria se sienten vivos, cerca de los pobres
para mostrarles sus simpatías, su ternura y sentimientos positivos. Al final fue necesario hacer uso de la
mediación para gestionar la gran demanda de mostrar
solidaridad…
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