Una cristiana en la política municipal: de "cómo puede ser" a "cómo es"

Muchas de vosotras y vosotros me conocéis personalmente desde hace muchos años, pero, por si acaso, me llamo Aitziber Irigoras, y soy miembro de CVX Arrupe en Durango. Hice el Compromiso Permanente el año 2012. Estoy casada con Juan Garibi, también de CVX, y soy madre de una hija y un hijo.


Confieso que hace ya un año que llevo dándole largas a mi presidente con este artículo. Me tiene en demasiada consideración y está convencido de que será apropiado para la revista. La verdad es que no me siento especialmente legitimada para escribir sobre mi ser CVX en la vocación política. Me da la impresión de que tiene que ser algo contundente, un SÍ gigantesco, una perfecta simbiosis de vocaciones que encajan como en un engranaje, pero lo cierto es que yo no me siento así. Así que voy a tratar de contaros, con la mayor naturalidad que pueda, lo que es el día a día de una cristiana en la política municipal. Seguramente está muy lejos de lo que la gran mayoría de nosotros esperaría de un miembro de CVX. Reconozco mi limitación y pido disculpas por adelantado.

Desde que tengo memoria me ha interesado la política. Me crié en una familia muy nacionalista, con unos abuelos que habían vivido la guerra y la represión franquista, y su experiencia de sufrimiento marcó mucho mi infancia. Posteriormente, en la medida en que iba siendo más consciente, como en todo, fui pasando por la razón lo que había entrado por el corazón. Creo que también es aplicable a la experiencia de Dios, por lo menos en lo que se refiere a mi vivencia.

Me afilié pronto a EAJ-PNV, a los 18 años, en plena efervescencia juvenil, después de haber colaborado ya un par de años antes. Es cierto que fue también entonces cuando descubrí lo que era el germen de la CVX en Durango. Y ambos procesos corrieron en paralelo, cruzándose a veces, y divergiendo otras. Lo cierto es que para mí las dos vocaciones eran complementarias: mi opción como creyente me llevaba a mi opción política, y me espoleaba para buscar lo que entonces creía que era lo justo. En mí, participar en política de manera gratuita era plasmar en lo diario lo que sentía dentro. Es difícil expresarlo con palabras. Quizás diría que mi vida era coherente con mis sentimientos.

Terminé mi carrera, y empecé a trabajar como profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de Deusto, y me casé. Y en el 2003 me propusieron para ser el número dos en la lista para las Elecciones Municipales de ese año. A partir de junio fui nombrada Teniente de Alcalde hasta el año 2008, cuando fallece el Alcalde. Desde el 2008 hasta la fecha he sido elegida Alcaldesa de mi Municipio.

Hasta aquí la historia del “cómo puede ser”. A partir de aquí el “cómo es”. Advierto que he pedido ayuda a mi marido para ver qué contar. No es un asunto fácil en los tiempos que corren. Desgraciadamente, todos y cada uno de los días nos encontramos con noticias sobre corrupción política, escándalos varios, tratos de favor y un largo etcétera de políticos que han traspasado todas las líneas. Sin embargo, mi experiencia es muy diferente. He conocido alcaldes y alcaldesas, concejalas y concejales de todos los colores políticos. No he estado de acuerdo la mayoría de las veces con ellas y con ellos (ni siquiera con los de mi mismo color político). Pero debo decir con honradez que es gente que está muy lejos de los estereotipos que abundan en los medios de comunicación. Y, aunque suene poco humilde, me incluyo entre los que están muy lejos.

A mí me parece que somos muchas y muchos (creyentes o no) las y los que nos hemos marcado líneas rojas que no estamos dispuestos a traspasar. En mi caso, la referencia es la vida a la luz de la experiencia de Dios. En otros casos será la propia conciencia. No lo sé. Lo que sí sé es que mucho antes de que estuviéramos bajo la sospecha, mucho antes de que nos cubriera la sombra de la duda, muchas de nosotras y nosotros devolvíamos ya con acuse de recibo (por si acaso) los regalos que nos hacían estando en el cargo. Podría decir que, como una auténtica heroína, rechacé pagos ilegales que querían hacerme pero, aún a riesgo de ser considerada una humilde humana, nunca he tenido ocasión porque nunca me los han ofrecido.

Lo que sí puedo decir en primera persona es que ha habido muchos momentos muy duros, en los que había que poner toda la carne en el asador. Ha habido veces en las que se imponía, por humanidad, apoyar y sostener a compañeras y compañeros de otros partidos cuando había actos violentos. En el año 2009 ETA puso una bomba en la Casa del Pueblo. Cuando detonó, el portavoz socialista y yo misma estábamos dentro del cordón policial tratando de acceder al local. Nos libramos de chiripa, pero era donde debíamos estar.

He aprendido mucho, muchísimo en estos años. Sobre todo he aprendido de la gente. He aprendido a sorprenderme. He aprendido que es más importante escuchar lo que quieren que saber qué hacer en cada momento. He aprendido que a veces lo único que se puede hacer es llorar y acompañar en el llanto a la persona a la que estás escuchando. He aprendido a ser menos rígida en mis planteamientos. He aprendido a dejar que el idealismo y el realismo bailen agarrados, y además, a ratos, lo hagan al ritmo de la vida. He aprendido a dejar “pelos en la gatera”. A veces pienso que soy más persona ahora. Que no se enteren los periodistas…

Los fines de semana no son tales, porque cuando estoy en la calle sigo trabajando de Alcaldesa: la gente se acerca con sus preocupaciones y sus quejas, y mi ojo entrenado ve suciedad en las aceras, las papeleras llenas o algún adoquín suelto. Los embarazos y los partos de mis dos hijos han sido noticia en los medios de comunicación locales, y los lectores han sido conocedores de sus nombres prácticamente al mismo tiempo que los miembros de mi familia. Si hubiera sido un hombre, en vez de una mujer, no hubiera ocurrido. Pero no cambio la experiencia por nada. No me refiero a la construcción de infraestructuras o a la inauguración de proyectos. Me refiero a estar con la gente. A veces sin la posibilidad real siquiera de poder ayudarles. Esto no va de llegar y besar el Santo. No hay máquinas de hacer dinero para llegar a cubrir todas las necesidades, no hay varitas mágicas que alivien el sufrimiento de manera inmediata. Respeto a quienes lo piensan y a quienes votan con eso en la cabeza, pero no es mi experiencia. Para mí esto va de estar con la gente.

Me quedo con lo que un compañero de comunidad me dijo hace ya muchos años: la coherencia lleva al compromiso, y el compromiso a la coherencia. En eso ando. Mil gracias.