Despedida oficial de la Compañía de Jesús en Jerez de la Frontera: Tejido de Iglesia


Cuando en los años posteriores al Concilio Vaticano II, con los aires de renovación eclesial la Compañía de Jesús decide cerrar su residencia inveterada de la plaza de la Compañía para trasladarse a la -por aquel entonces- periferia de Jerez, en las Puertas del Sol, aquellos muros centenarios del Templo barroco que fueron testigos de la vida y trabajos de Jesuitas al servicio de la Iglesia en Jerez desde 1574, quiero imaginar que rezumaron lágrimas de ausencia, el silencio se apoderó del claustro, apenas acuchillado por los vencejos y las golondrinas que surcaban el recinto a la caída de la tarde. Las viejas tejas fueron desmoronándose como lágrimas, vencidas por el abandono y la soledad, la luz del sol Jerezano rebotó en los postigos cerrados y angustiada por la sorpresa buscó refugio y consuelo filtrándose a través de los naranjos de estrechas calles y plazas centenarias, notarios inermes de andares y trabajos de antaño.


Ese mismo sol, esa luz que sacudiéndose nostalgias y recuerdos, levantó el vuelo y cabalgó sobre la brisa marina que acaricia las playas de San Telmo para recalar en toda su plenitud en el paraje y sobre los pórticos que le dan nombre y sentido: Las Puertas del Sol.

Una nueva realidad se abría por delante de las zapatillas de aquellos Jesuítas encargados de la mudanza. Un camino a recorrer y por el que ir desgastándose al servicio de una misión asumida a favor de la antigua archidiócesis, hoy Diócesis de Asidonia – Jerez. Como Paco Pepe, Provincial de España y José Mazuelos, Obispo de Asidonia - Jerez se han encargado el pasado Domingo de recordarnos en la Eucaristía de despedida, para seguir haciendo Tejido de Iglesia con Ignacio de Loyola como mediador.

Hoy, vuelve a repetirse la escena de aquellos lejanos días de la década de los 70. La Compañía de Jesús se contrae para seguir dando lo mejor de sí misma bajo una nueva forma de organización. Otras veces, a lo largo de los siglos le tocó crecer. Una marcha, un adiós, una lágrima.


Pero esta vez el sol seguirá entrando por las ventanas, las golondrinas y los vencejos volarán más alto, quizás asustados por el bullicio que se perpetúa entre los muros parroquiales de Madre de Dios, quizás, regocijados por tomar conciencia de una realidad más innovadora que busca con ahínco expandirse en el barrio, en las personas, en las realidades injustas para hacer Parroquia, para seguir haciendo casa y hogar en la periferia. Una Parroquia, un pueblo unido que engloba muchas realidades, entre ellas CVX, que se abre y que acoge, que hace Evangelio en un entorno donde la justicia no justifica su presencia.


Un legado, un recuerdo, una misión que seguir acompañando y desarrollando. Junto con su nuevo Pastor, somos los Laicos, los que hemos bebido de la Espiritualidad Ignaciana quienes en comunión con nuestra Diócesis y nuestro Obispo José, recogemos con serenidad y con memoria agradecida el testigo de Ignacio y sus compañeros, dando gracias al Señor por tanto bien recibido a lo largo de estos 441 años.



Y en el fondo, Cristo que nos une, fuente e inspiración de la vida. La barca del Señor que se mece entre las olas seguirá navegando por Puertas del Sol con un nuevo Párroco, esta vez del Clero Diocesano: Antonio Luis, con el que se dará continuidad a toda la rica labor que los distintos grupos parroquiales vienen realizando en colaboración con la Misión del Señor. ¿Acaso hemos estado nunca tan cerca del Corazón de Jesús?. Tejido de Iglesia.