Encuentro fraterno entre los grupos de la CVX de Granada y el grupo preCVX de Almería
La sal de la tierra, la luz del mundo. Mt 5, 13-16.
Una comunidad de vida cristiana
tiene que ser eso, comunidad de vida y cristiana, todo el tiempo: comunidad es
compartir, y nosotros es la vida lo que compartimos, nada más y nada menos. Una
vida cristiana.
Lo que nosotros tres vimos fue
precisamente eso: una comunidad (de la que sentimos formar parte) en camino,
aprendiendo, compartiendo, viviendo y sintiendo el evangelio.
Nos traemos a Almería un
testimonio de la sencillez, de la importancia de lo pequeño, del misterio de lo
cotidiano hecho excepción. No sólo les pusimos cara a nuestros hermanos, sino
que también experimentamos la pertenencia al cuerpo apostólico, nos asomamos al
misterio de la alegría de lo sencillo.
Pedimos al Espíritu Santo que nos
ilumine para poder contaros lo que vivimos sin exagerar lo pequeño ni minimizar
lo grande.
Comenzamos la reunión no sin
pequeños contratiempos propios de personas que llevan a cabo tareas familiares,
laborales, etc., además de las de organización de un encuentro de CVX. Dos
personas reservaron la casa y ninguna se acordó de pedir la llave. Contamos este
detalle, y otros, porque se tenga una imagen lo más completa posible de lo que
allí ocurrió y empaparnos bien del camino que tenemos por delante.
En los comentarios en corrillos
que se hacían mientras esperábamos las llaves escuchamos que la noche anterior
los grupos de whatsApp ardían con la cantidad de mensajes que se mandaron para
organizar misa, comidas y los diferentes momentos. Algún tirón de orejas (léase
corrección fraterna) también parece que se dio. No fue el único.
Antes de empezar con la oración,
todos (TODOS) se nos acercan y la mayoría saben nuestros nombres y si hemos ido
a la asamblea o si hemos escrito esto o lo otro o si conocemos a alguien común…
Como si nos siguieran la pista pero sin el “como si”. Recibimos muchas muestras
de afecto y de cariño constante, no en plan huéspedes de honor, sino en plan
hermanos a los que hace tiempo que no ves pero tratas con toda la confianza del
mundo, precisamente por eso: porque no los ves todos los días, PERO SON TUS
HERMANOS.
Aparecen coches y más coches:
todos vestidos con ropa cómoda para pasar un día a gusto, bolsas de comida y
bebidas, risas y juguetes, niños pequeños, todos. Suenan teléfonos:
- ¿Cómo que te has perdido? Hombre,
tienes que salir por la 256 y pasar la gasolinera… Venga que te esperamos.
- ¿Viene Pablo con la llave?
Sí, Pablo Ruiz SJ (asistente
nacional) viene con la llave y con una sonrisa de oreja a oreja. A alguien le
ha confesado que ya sabía él que no tenía que llegar a las 10:00, que la cosa
no empezaba hasta las 11:00 como mínimo.
Pues eso, sobre las 11:00 empezamos
con una oración que preparó Carmelo.
No hay silencio. El jaleo de los
niños con los juguetes, los tropiezos, pañales que hay que cambiar, etc. ocupan
el salón. Sin embargo, nadie se siente molesto. Se hace la oración que se puede
hacer: la de la vida encarnada, la alegría de estar todos juntos, compartiendo
lo más sagrado, aquello que más preciamos.
Acaba la oración y después nos
cuentan cuál va a ser el guión:
- Pablo nos habla durante una hora de la Misión a
partir de una charla que dieron en la asamblea del Líbano
- Trabajo en grupos hasta la hora de la comida.
- Almuerzo
María nos informa (en el marco de la Misión) de
algunas actuaciones que el Equipo Apostólico de Migraciones está llevando a
cabo.
David y Guada nos dan su testimonio acerca de su
compromiso acompañando parejas de personas de otros países.
Eucaristía con puesta en común del trabajo de
grupos y evaluación.
Así, sin muchas rigideces
horarias.
Comienza Pablo hablando de la
Asamblea y de cómo allí salen con la misión de ser Sal y Luz para el mundo. Nos
habla de la primera dificultad de la CVX en Granada pero común a otros sitios à conciliar la vida
familiar con nuestra pertenencia a la comunidad. ¿La clave? La Encarnación. Ser
y estar en el mundo con todas las consecuencias y todo lo que somos: padres y
jóvenes y mayores y trabajadores y…
Prosigue diciendo que la Misión marca el
sentido de la CVX porque nos sentimos llamados a cambiar el mundo: no somos un
grupo de vida (al menos no sólo eso). No somos un “grupo estufa” en el que nos
sentimos bien y del que no queremos salir. Somos para el mundo.
Entrando en materia, nos expone
los cuatro niveles a los que hizo referencia el Secretario Ejecutivo Franklin
Ibáñez en El Líbano expuestos en forma de pirámide o, mejor, de iceberg:
- El
que está más abajo y del que participamos todos: el de la vida cotidiana, el
cual no tiene visibilidad (aunque sí repercusión). A ese Pablo lo llamó la Sal:
que no se ve pero da sabor a la comida.
- Los que vienen a
continuación pertenecen a la dimensión “ser Luz”:
Apostolados:
remunerados o no.
Presencia
institucional: obras asumidas por CVX (permanentes) como colegios, (o
temporales) campañas, por ejemplo.
Acción
internacional: ecología, migración, jóvenes, familias, etc.
Termina así la intervención de
Pablo, muy dinámica, muy divertida, varias veces interrumpida (en realidad
enriquecida) por el jaleo de los niños que están en medio de todos, con sus
juguetes, disputándole nuestra atención a Pablo.
Estamos llamados a ser sal y luz.
Encarnados en el mundo. Nos queda muy claro.
Después de una pausa con un café
y pasteles y dulces muy ricos, nos vamos a los grupos de trabajo con varias
cuestiones para compartir: ¿qué te ayuda en la misión?, ¿qué obstáculos
encuentras?, ¿cómo podemos ser sal y luz?
Cada uno de nosotros estuvo en un
grupo aunque, por lo que se puso en común en la eucaristía, podemos decir que los
puntos que destacaron o que más se repitieron fueron:
- Son obstáculos las inercias del mundo, sus
esquemas de valores. No dejarnos arrastrar es casi un acto heroico.
- Es difícil compaginar ser sal con ser luz. La
vida familiar y cotidiana con la vida apostólica.
- Nos ayuda la oración, es fundamental en nuestra
vida junto con la vida sacramental, pero la realidad es que experimentamos la
falta de oración porque no le otorgamos la importancia que tiene así como la
dificultad para orar (no encontramos tiempo y lugar apropiados).
- Nos ayuda la comunidad cuando somos más que un
cuartel de invierno, cuando nos sentimos verdaderamente acompañados en la vida.
- Nos lastran las heridas no curadas, la parte no
reconciliada de nuestras vidas.
- Nos confundimos entre lo urgente y lo importante.
Lo importante siempre se deja de lado.
- Ayudan los EE para ordenar la vida. Ayuda el
examen para ver el paso de Dios por nuestras vidas.
Acabamos de compartir y cuando
nos disponemos a sentarnos a la mesa… llegan más niños. Una gozada: se sientan
con o sin sus padres, todos cuidan de que no se salgan de su sitio, que no cojan
lo que no deben, que coman, que no se aburran…
Hicimos la pausa para comer donde
compartimos mucho. Nos sentamos cada uno donde había una silla vacía y nos
pusimos a hablar con las personas que teníamos al lado como si nos conociéramos
de toda la vida. Empiezo a pensar si no será que sí nos conocemos de toda la
vida.
Después de comer María nos
informó sobre las actividades del Equipo Apostólico de Migraciones en
colaboración son el Servicio Jesuita a Migrantes: visitas personas recluidas en
los Centros de Internamiento de Extranjeros, movilización internacional para
presionar al gobierno dominicano y que no retire la nacionalidad de ciudadanos
dominicanos con ascendencia extranjera, en especial a haitianos, entre otros.
En especial, nos habla de dos
proyectos de los de ser luz:
El de Comunidades de Hospitalidad, proyecto de acogida
de niños y adultos migrantes en España en casas particulares o en casas
gestionadas por CVX.
Colaboración con las religiosas de Jesús María
en una casa de acogida en Tánger para jóvenes sin hogar y que sirvan de
experiencia para miembros de CVX que quieran participar en verano con un mínimo
de una semana. Objetivo: conocer para comprometerse.
María nos encarga que os
preguntemos: ¿Alguien se anima este verano?
A continuación, David y Guada nos
hablan de su compromiso acompañando a parejas de extranjeros (los dos cónyuges
o uno de los dos) en colaboración con las religiosas de María Inmaculada. Nos abren su corazón y nos dan su
testimonio, sus testimonios: diferente el uno del otro, ambos sinceros,
directos, veraces.
Las dificultades propias de
acompañar en el dolor y la limitación del desarraigo y de la propia vida hombro
con hombro y no desde la tribuna ni desde la cátedra, pero también la
dificultad de no sentirse suficientemente acompañados (o sólo en parte), de
avanzar a tientas, sin formación…
Se establece un diálogo en el que
se remontan a cuando se incorporan en CVX, se explica que el encargo no fue un
verdadero “envío” de la comunidad sino una petición de la presidenta, se admite
que el DEAE no se ha cumplido. Pero se agradece la franqueza porque se busca el
bien con ella, no hay intereses personales ni ánimo de hacer daño.
Presenciamos algo muy bonito y
delicado en ese diálogo. No sabríamos deciros. No es tanto qué se dijo, sino
cómo se dijo y cómo se respondió a cada intervención: las manos que se
apoyaban, las sonrisas, el tono… y se estaban diciendo unos a otros que no se
habían sentido suficientemente acompañados.
Terminamos con una emotiva
eucaristía, llena de música, de hermandad, de palabra hecha carne, de gestos,
de sonrisas, y de silencios, porque ya sí, los niños se han dormido cansados de
tanta actividad y tanto juego.
Nos despedimos con abrazos, con
la promesa de repetir pronto, agradecidos por el regalo del Espíritu en este
encuentro.
Al día siguiente, el papa
Francisco aseguró, en la habitual predicación durante el Ángelus dominical: estamos
llamados a redescubrir la importancia y significado de nuestra vida cristiana,
iniciadas en el bautismo y, como la mujer samaritana, a testificar a nuestros
hermanos la alegría del encuentro con Jesús y las maravillas que hace su amor
en nuestras vidas. Un encuentro con Jesús te cambia la vida y te llena de
alegría.
Pues eso.
Mª Dolores, José Antonio y Rafa