Al hilo del Evangelio según San Mateo 6,7-15.

Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. 

En nuestro imaginario cultural todos tenemos el cuento de las mil y una noches sobre Aladino y el genio de la lámpara, del que se han hecho muchas versiones. De este cuento podemos sacar muchas lecciones: el peligro de la codicia, que lleva al que se deja llevar del ansia de poder a convertirse en un genio atrapado en una lámpara y al servicio de otro, pero también a la generosidad del amo que es capaz de renunciar a uno de sus deseos y liberar al genio de su esclavitud.
Este argumento me sirve para preguntarme qué sería de nosotros si tuviésemos esa oportunidad de poder elegir, no digo tres, sino un deseo. Mucho me temo que en muchas personas sería quizá malgastado, no por desidia sino por no saber verdaderamente lo que se necesita, que no siempre coincide con lo que se desea.

Ya sabemos que no hay genios en lámparas ni fuera de ellas. Pero también sabemos que los deseos son capaces de dinamizar a las personas hacia un determinado objetivo. Y ese dinamismo, en gran medida, es el que hace posible que se alcancen metas que parecieron imposibles en algún momento.

Creo que hay una cierta trampa en el mito del genio, o de la superstición que de manifiesta de muchas maneras, en el sentido de que se cree que hay una fuerza sobrenatural que es capaz de otorgarme un determinado anhelo. Eso no existe, aunque muchos se siguen aferrando a ello.

Pero lo que si existe es la capacidad de las personas de afrontar sacrificios y dificultades cuando tienen un horizonte hacia el que caminar. La presencia sobrenatural en la que muchos creemos no se manifiesta en un dios milagrero que saca conejos de chisteras, sino en esa presencia que acompaña en el camino de la vida, plagado de dificultades y retos, pero también de alegrías y satisfacciones. Quien la ha experimentado quizá no sea capaz de explicarla con palabras, pero no duda de ella, ni de lo que supuso en una determinada encrucijada en la que se vio sin salida y experimento su paso.

Como dice Jesús, el Padre de cielo sabe bien lo que nos hace falta antes de que se lo pidamos. Y habría que añadir, y aunque no se lo pidamos. La confianza en esa presencia, en esa compañía permanente es el mayor tesoro al que podemos aspirar, y sin embargo, muchas veces, no somos siquiera conscientes de ello.

Pedro Bolaños, de CVX en Gran Canaria