Declaración del Servicio Jesuita a Migrantes en el Día Internacional de las Personas Migrantes

POR UNA CULTURA DE LA HOSPITALIDAD Y LA INCLUSIÓN

Desde hace ya 13 años, e invitados por las Naciones Unidas, el 18 de diciembre está señalado en nuestro calendario como un día para posar nuestra mirada sobre la realidad de las migraciones, en el mundo y en nuestro ámbito cercano. El Servicio Jesuita a Migrantes en España se suma con esta declaración a un torrente de voces que en todo el planeta sitúa hoy en su centro a las personas migrantes. Deseamos conmemorar y celebrar tanta vida compartida. Y queremos denunciar los mecanismos que impiden que lo hagamos en un marco de plenitud de derechos. Invitamos a todas las personas de nuestro entorno a que reflexionen también en esta doble dirección.

En primer lugar, queremos reiterar una vez más el reconocimiento por la aportación que las personas migrantes hacen a la sociedad. Son, de hecho, una parte ya indisoluble de las sociedades española y europea. Dicha aportación no es únicamente medible en términos económicos. La vida cotidiana, los vínculos personales y las relaciones vecinales y comunitarias se asientan sobre una trama relacional de gentes diversas, de acá y de allá, que conforma un único “nosotros”. Diverso en culturas, en visiones del mundo, en modos de vida, pero que aspira a encontrarse en pie de igualdad, como ciudadanos y ciudadanas.

En nuestro trabajo de acompañamiento, servicio y defensa de las personas migrantes y sus organizaciones somos testigos de decenas de pequeñas grandes historias de dignidad, sacrificio, solidaridad, aprecio común, acogida y agradecimiento que contribuyen a hacer más densa esa urdimbre de vínculos entre vecinos y vecinas llegadas de tantos lugares distintos.

Hoy celebramos todas esas historias como pequeños triunfos de humanidad compartida en un contexto de decisiones de políticas migratorias que las hace improbables. Junto a toda esa vida, la muerte injusta provocada por políticas carentes de humanidad y la memoria de las víctimas nos obliga a alzar la voz1.