Comentario sobre la conversión de Zaqueo



Evangelio según San Lucas 19,1-10. Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a una higuera para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".


La higuera es un árbol que me gusta mucho. No sólo por sus frutos, sino por los recuerdos asociados a alguna de ellas. En un pequeño cercado de mi abuela había una frondosa, en donde jugábamos siempre que podíamos, y nos sentábamos a su sombra para descansar y comer en familia.

Y este recuerdo me viene al hilo del episodio de Zaqueo que hoy me sale al paso. Otras veces me he detenido en comentar su baja estatura y el subirse a aquella higuera para ver a Jesús más de cerca. Pero hoy, el detalle que me ha llamado la atención es que resulta difícil ver a alguien subido a una higuera; sus hojas grandes y abundantes cubren casi por completo su contorno, y por eso su sombra es tan fresca.

Es decir que, lo que me llama la atención hoy es que Jesús buscó a Zaqueo en la higuera. No es que le quedó más remedio que hablar con él, sino que fue a por él.

Es cierto que Zaqueo estaba predispuesto a ese encuentro, y quizá eso es lo que nos representa el subirse al árbol. Pero Jesús recoge esa intención, se arriesga, y consigue recuperar a aquel pecador convirtiéndolo en un bienhechor.

Me pregunto si nosotros vamos por la vida con esa actitud de estar atentos a los pequeños signos o gestos que nos den la oportunidad de tender una mano, de invitar, de ofrecernos. Quizá si esta actitud fuese algo más frecuente irían las cosas mejor.

Pedro Bolaños Armas, desde CVX en Gran Canaria