Comentario sobre las parábolas del grano de mostaza y de la levadura




Evangelio según San Lucas 13,18-21. Jesús dijo entonces: "¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas".
Dijo también: "¿Con qué podré comparar el Reino de Dios?
Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa".


¡Soy incapaz de hacerme una idea de las veces que le habré dado vueltas a las comparaciones de la semilla de mostaza y de la levadura en la masa, y aun así, me siguen resultando atractivas y sugerentes, y no me resisto a darles otra vuelta.

El Reino de Dios es lo que Jesús nos quiere comparar con estas dos imágenes, y sabemos que las imágenes sólo nos reflejan algún rasgo parcial de ese Reino que se nos quiere dar a conocer.

Una semilla pequeñita, más pequeña que una cabeza de alfiler, y que por tanto pasa desapercibida casi siempre. Dice el evangelio de Lucas que un hombre la sembró en su huerta. Y diciéndonos esto nos dice que hubo voluntad de hacerlo: el hombre quiso y la sembró en su huerta, suponemos que entre otras hortalizas. Allí se riega todo, y unas y otras van creciendo y dando su fruto. Y la semilla insignificante llega a crecer hasta convertirse en ese arbusto, mayor que cualquier verdura, que cobija a los pájaros del cielo.

En cierto sentido, nuestra vida es como esa huerta, en la que tenemos muchos asuntos que atender, y que tienen su importancia. Es ahí, en medio de ellos en donde estamos llamados a sembrar la semilla del Reino, y no en una maceta aparte. El alma de la persona no sólo tiene necesidades materiales, sino que también necesita ser espacio para cobijar a los pájaros del cielo, para cultivar la sensibilidad, el arte, el amor, la gratuidad en definitiva, como esos pájaros del cielo.

Pero también es como ese poco de levadura que la mujer pone en la masa, con gran cantidad de harina, y la fermenta toda. Nos recuerda que muchas veces son los pequeños gestos los que pueden cambiar las cosas, y hacer que la harina se convierta en un pan listo para ser horneado. Es cierto que hará falta el calor del horno para obtener el pan, pero sin esa fermentación que produce la levadura no lo conseguiríamos.

Son muchos los que se desenvuelven en su vida cotidiana como esa levadura que fermenta en la vida familiar, en el trabajo, en la asociación de vecinos o en la sociedad. Y quizá a veces nos desanimemos porque esa masa no se cambia al ritmo que quisiéramos. Pero lo que es fermentado no tiene marcha atrás. Es cuestión de tiempo.

Tanto para que crezca esa semilla maravillosa como para que la masa se esponje se necesita la voluntad de hacerlo y el tiempo para saber esperar ese cambio.

Pedro Bolaños Armas, de CVX en Gran Canaria