Pedro Bolaños, de CVX-Gran Canaria, reflexiona a partir del Evangelio.
Resulta difícil, por no decir imposible, mantener la esperanza después de treinta y ocho años. Ese era el tiempo que llevaba enfermo el paralítico de Betsatá. Y sin embargo, ahí estaba, junto a la piscina, esperando.
Sin embargo, esa
espera estaba bastante cargada de sinsentido, ya que, como él mismo dice, no
tenía a nadie que le ayudase cuando llegaba el momento preciso. Y sin embargo,
allí seguía, esperando, aún cuando la desesperanza se ha apoderado de su ánimo.
No sabemos cuáles
eran las razones que le impulsaban a ello, ya que fríamente analizado, hemos
visto que se trataba de una situación irresoluble. Probablemente esa
permanencia fuera el resultado de una ausencia total de alternativas. Era tan
desesperada su situación que lo único que podía hacer era seguir esperando,
porque ya había abandonado cualquier otra posibilidad.
Desde luego que
resulta muy duro. Y quizá sea ésta situación un fiel retrato de la que hoy
viven muchas personas, incluso muy cercanas.
Nos cuenta el
evangelio que Jesús obra el milagro y le hace levantarse, cargar con su camilla
y caminar. Levantarse, cargar con su camilla y caminar.
Lo primero es
recuperar el ánimo, la voluntad. Si vivimos derrotados nunca podremos alcanzar
el éxito. Y es cierto que resulta fácil decir esto cuando las cosas van bien.
Pero también hemos podido constatar cuando nos fijamos en los que han podido
rehacerse después de un fracaso, que esa actitud, afianzada en la voluntad, en
la amistad o en la creencia religiosa, siempre ha aparecido, siquiera
débilmente.
Cargar con la camilla
también es importante. No podemos olvidar lo que hemos vivido, en dónde nos
hemos visto postrados. Y no sólo con la intención de que nos sirva de estímulo,
sino sobre todo, porque seamos sensibles al sufrimiento de otros que aún están
en sus camillas. El que ha sufrido es el único que es capaz de comprender y
hacerse cargo del sufrimiento del otro de manera plena.
Y por último,
caminar, seguir adelante. No podemos ni es sano quedarnos lamentándonos ni
auto-complaciéndonos. Debemos proseguir, afrontar la vida en toda su riqueza y
oportunidades. Porque la vida, como el agua, debe correr; si no se corrompe.
Me llama la atención
que en este milagro, a diferencia de como sucede en otros, la intervención de
Jesús es simplemente la palabra. Y me hace reconocer que también nosotros
tenemos ese don de la palabra. Aunque pudieran faltarnos la sensibilidad, la
habilidad y la convicción que Él tenía, la palabra la tenemos. Así que quizá
nuestra obligación sea la de trabajarnos permanentemente para que nuestra
sensibilidad, habilidad y convicciones vayan creciendo, vayan pareciéndose más
cada día a las de Jesús.
Entonces, estoy
convencido de ello, también nosotros podremos hacer milagros con la palabra, simplemente
diciendo en el momento oportuno, levántate, toma tu camilla y camina.
(Publicada en la web de la Red Ignaciana de
Canarias Anchieta el 20 de marzo de 2013 http://www.redanchieta.org/spip.php?article1050)