Carta desde Ecuador


Amigos:

Luego de haber entregado la tesis a inicios de este año, llegó a mis manos el
proyecto: “Campamentos vacacionales con niños en la selva ecuatoriana”, un proyecto
para que los niños de esa zona aprendan sus derechos, sus deberes y sobretodo cuiden
su identidad y recursos naturales. Desde que leí el proyecto, mi corazón empezó a latir
con más fuerza, el corazón ardía en mi pecho (estas palabras les sonará familiares,
jeje). Con esta taquicardia empezó toda una aventura.

PUNTO DE PARTIDA

Ya en Ecuador estaba enrumbado en este proyecto. Mi labor era la de
promocionar este campamento para conseguir al menos 20 voluntarios dispuestos a
venir con nosotros (SIGVOL) y así atender a 15 comunidades indígenas (aldeas) donde
más de 700 niños nos esperaban.

Así que se me ocurrió hacer un video promocional (qué raro en mi…) que al
parecer no dio buen resultado, pues hasta 1 semana antes de iniciarse los
campamentos no teníamos voluntarios suficientes, y los que ya teníamos se nos hacían
para atrás.

A la final fuimos 17 personas, la mayoría universitarios y dos adolescentes de
14 años. Este grupo fue capacitado en 1 día (muy poco para mi gusto) y nos
embarcamos todos un domingo rumbo el Oriente ecuatoriano.

DEL ORO DORADO AL ORO NEGRO

El Oriente en Ecuador, es el nombre con que se conoce a la parte “amazónica”
de mi país. La ruta que íbamos a transitar es la que hicieron siglos atrás Francisco de
Orellana con su gente en busca del Dorado, en la época de la colonia. Partieron de
Quito pensando que encontrarían una ciudad llena de oro y lo único que encontraron
a parte de enfermedades y la muerte de muchos de sus hombres, fue el río Amazonas.
De aquí nuestra famosa frase reivindicativa: “El Ecuador es y será país Amazónico”,
pues con los conflictos con nuestro vecino del sur, se nos quitó el acceso al Amazonas
(al menos eso nos contaban en la escuela, con el perdón de mis amigos del vecino país
Perú, perdón Caín del Sur, jeje).

Yo creo que desde esas épocas esta región se llenó de mitos y leyendas. Tanto
que hasta hoy es una región olvidada que sólo ha interesado por el petróleo que fue
descubierto en la década de los 70’s.

Esto ha sido lo peor que pudo pasar pues esto ha ocasionado la destrucción de
la selva, y el hecho de que muchos colones se han desplazado a este lugar junto con
todos sus vicios: prostitución, alcoholismo, consumismo, basura (esto me recuerda a
un amigo “2 de 3, capitán Barahona). Así muchos pueblos de colonos empezaron a
aparecer con la llegada de las petroleras. Pero lo peor creo yo, ha sido la

contaminación de los grupos indígenas que existen ahí. Con muy pocas excepciones la
mayoría se han occidentalizado, conservando muy pocas cosas de sus raíces, como el
idioma quichua, costumbres muy comunitarias y un poco de sus bailes (por cierto
intenté bailar sus ritmos y aunque cogí el paso fácilmente es necesario tener unas
pantorrillas muy desarrolladas para dar esos saltitos).

DE VERDE Y NARANJILLA

Pues a esta región nos encaminábamos. El viaje es espectacular pues tienes que
bajar la Cordillera de los Andes y adentrarte poco a poco entre cascadas, ríos
cristalinos, montañas y volcanes hasta llegar a una inmensa llanura verde con muchos
árboles, palmeras, helechos arborescentes y plantaciones de plátano, cacao, café, té,
yuca, etc. Casi todos los ríos y pueblos tienen una terminación quichua YAKU que
significa agua.

Pero nuestro destino estaba justo antes de llegar a esta llanura, entre los Andes
y la selva, una zona de transición, donde según nos explicaron, la gente vive del cultivo
de la naranjilla. A estas alturas ya sabrán lo que es la naranjilla o lulo como le dicen los
colombianos. El ingrediente principal, junto con la canela, del tan típico “canelazo”, y
del famoso jugo de naranjilla. Así fue como nos esperaba toda una experiencia
aromática con sabor a naranjilla.

PRIMERAS IMPRESIONES

Lo Primero que llama la atención de la gente son sus facciones. Es una raza
indígena, pero con rasgos distintos a los indios de la Sierra. Uno puede ver claramente
la ascendencia asiática, pues sus rostros son redondos y los ojos rasgados con una
nariz chata. Me llamaba la atención como llevan las mujeres a sus niños, dentro de una
tela al costado, un poco hacia adelante, lo cual es algo muy particular porque en la
sierra los bebés van en la espalda de sus madres.

La forma de saludar de la gente también es muy particular, pues te dan la mano
pero no te la aprietan, es como un toque leve y tímido. El contacto de abrazos y besos
es impensable, por eso fue que un adolescente indígena “Anderson”, se asustó cuando
una de nuestras voluntarias le saludó con beso en la mejilla.

Y a propósito de Anderson, los nombres que tienen son muy agringados, me
pregunto yo si será un efecto de la influencia de las petroleras?? Pues abundan los
Jeferson, las Ladys, Andys, etc. Nombres que contrastan con sus apellidos Mamallacta,
Grefa, entre otros.

En fin, es un mundo lleno de contrastes porque a cada paso ves cosas que te
gustan y al siguiente que te disgustan. Por ejemplo: los niños son libres, siempre los
ves jugando solos por la comunidad, subidos a los árboles o disfrutando de un río, o
columpiándose en las lianas de inmensos árboles. Pero a la vez los ves cuidando a sus
hermanos menores, a quienes les llevan con ellos, e incluso puedes ver niños de 5 años
cuidando de sus hermanitos recién nacidos. Esto es señal de que la relación con sus
padres es muy distante y según nos dicen hay mucho maltrato, alcoholismo, abuso
sexual y una marcada desnutrición. El bombero de la zona me dijo que incluso hay un
alto índice de envenenamientos (suicidios?).

Muchas de estas características de su sociedad las pude comprobar pues los
niños son muy tímidos y los que no, buscan llamarte la atención escondiéndose,
portándose mal, o haciendo exactamente lo contrario de lo que tú quieres que hagan.
Yo tuve que manejar mi enojo muchas veces entendiendo que lo único que buscan es
afecto.

LOS NIÑOS

Me llamaron mucho la atención dos niños, y me siento mal al no recordar
sus nombres. La primera fue mi alumna, cuyo rostro no se quita de mi mente. Ella
hacía todo lo contrario a lo que yo le pedía, sin embargo siempre estuvo en mi aula
y muy puntual. Un día me enseñó una foto suya con unos gringos y me regaló un
caramelo. En su momento estos 2 gestos no tuvieron importancia para mi, pero luego
caí en lo vital e importante que eran para la niña. Primero, la foto era una forma
de decirme, “mira yo soy importante porque salgo en la foto con estos gringos”. Y
el segundo gesto me conmueve más, el caramelo que me regaló quería decir “eres
importante para mí, gracias te quiero”, era su forma de expresar afecto, pues comprar
un caramelo para ellos es casi imposible pues no tienen dinero, y regalarlo es un signo
de mucha generosidad. Yo no supe agradecerle a la altura de la calidad de sus gestos,
pues andamos por la vida sin fijarnos en estos detalles hasta cuando es demasiado
tarde.

Esta niña siempre me pedía jugar llevándome de la mano al patio, pero el
último día tuve que negarle esa opción pues teníamos que dibujar, y ella se negó a
hacerlo y salió de la clase muy enojada y nunca más volví a verla. Ahora me pregunto,
qué problemas tenía en su casa? Con quién vivirá? Y qué futuro le espera??

Y el otro niño, no era mi alumno, pero si el más despierto dicharachero como
dirían en España. Sin embargo era el más sucio, flaco y con ropa vieja, siempre llevaba
la misma camiseta rota y de una talla mucho mayor. Nunca lo vi con gente adulta y
siempre le vi andando por la aldea. Una mañana lo sorprendí cogiendo tillos (chapas
de botellas) según me dijo, eran para jugar. Pero yo me fijaba con atención y de vez en

cuando no sólo recogía chapas del suelo sino sobras de comida que se las comía al
disimulo. Ahora también me pregunto: tenía padres? Tenía una casa donde comer y
dormir?? Qué futuro le esperaba a este niño??

Así eran mis niños, pobres pero muy traviesos dentro de su timidez. Cuando
estaban juntos estaban siempre riéndose y cuchicheando en quichua. Fueron muchas
las veces que me arrepentí de no haber estudiado la lengua de mis ancestros, en vez
de haber estudiado el inglés.

UNA TAZA PLATO Y CUCHARA

La comida nos la daban los padres de los niños, quienes se organizaban
diariamente para preparar la comida de casi 100 niños, monitores y voluntarios de mi
aldea. Viva el carbohidrato!!: yuca, arroz, pasta, plátano y a veces trazas de pollo o
carne. Los niños comían platos inmensos que yo no podía terminar (eso dice mucho).
Tenían hambre no sólo de afecto sino también de comida.

Cuando venían con su plato, taza y cuchara (el cuchillo y el tenedor aún no se
ha inventado en esta región) yo revisaba que sus manos estén limpias. Fue cuando caí
en la cuenta que casi todos las tenían de un color amarillo. Instintivamente vi las mías
y las comparé, mis palmas seguían siendo blancas. Traté de averiguar el por qué, y al
parecer es un tipo de contaminación por el agua de las piscinas tóxicas de las
estaciones petroleras que abundan por los alrededores. Quién sabe si es esta la razón?
Y lo que es peor, quién quiere saberlo??

La bebida era agua (de quien sabe de que fuente) mezclada con naranjilla. Esta
es la fruta más abundante. Cuando me enteré que 100 naranjillas (una caja
aproximadamente) cuestan 7 USD, recordé con un dolor en el bolsillo que en Madrid
compré 4 naranjillas por 10 euros.

EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

De todos los voluntarios a mi me tenía que tocar uno de los 2 adolescentes
hormonados, cuyo cuerpo no le pedía más que dormir (menos mal, pudo ser peor).
Pero lo bueno de Roberto (cuando estaba despierto) era que se identificó muy bien
con Anderson, el monitor indígena de mi aldea. Gracias a esta relación aprendimos
muchas cosas de su cultura y creencias. Por ejemplo, piensan que el volcán que parece
el guardián de la aldea, que se llama Sumaco, es un volcán encantado con muchas
leyendas y donde vive la tan temida Anaconda, junto con otros animales raros que te
pueden comer de un solo bocado. Pensé que algún día debemos ir allá con el
grupo “Sudamérica 2013?”, a comprobar o desmitificar esto.

Anderson no conoce el mar ni el cine, me dijo una vez Roberto, quien se
impresionó mucho porque el creía que todos los adolescentes de su edad conocían
estas dos cosas tan elementales para un chico de la ciudad. Ese día Roberto cayó en la
cuenta que en nuestro país hay muchos mundos, por no decir muchas clases.

Roberto y Anderson desaparecieron una mañana lo cual me trajo mucha
preocupación. Pero esa preocupación se convirtió en envidia cuando los vi llegar
juntos, con muchas frutas y montón de plantas. Venían de la casa de Anderson, quien
invitó a su nuevo amigo de la capital a tomar chicha (bebida típica de la zona que está
hecha de Yuca y se fermenta hasta llegar al octanaje de un buen aguardiente).
Anderson nos explicó para que servía cada planta y los nombres que tenían. Cuánta

sabiduría ancestral nos transmitió ese chico en tan poco tiempo y qué alegre me sentí
de ver un chico de la ciudad en amistad sincera con un chico de la selva, dos realidades
se encontraban para descubrir muchas cosas de la vida y de su identidad.

PASEO DE FIN DE CAMPAMENTOS

Llegó el día del paseo, el destino una cascada de los alrededores. Fue el día en
que los monitores nos convertimos en aprendices y los aprendices en maestros.
Anderson, con machete en mano, nos abría camino en medio de lo poco de selva
primaria que aún queda. Finalmente nuestros expertos guías nos dijeron que lo mejor
era caminar por el río. Así lo hicimos mientras yo daba un paso, ellos daban diez. Hasta
que llegamos a la cascada que formaba una piscina natural, donde ellos se olvidaban
de todo: del hambre, de las enfermedades, del maltrato y del trabajo que desde niños
tienen que hacer, ya sea cuidando a sus hermano o cultivando naranjilla. No necesitan
parques ni juegos infantiles, ni tele, ni cine, ni playa, solo su exuberante naturaleza les
devuelve su niñez como nos la devolvió a nosotros.

CONCLUSIÓN DE UNA AVENTURA

Los 7 días pasaron volando y finalmente regresamos a la ciudad. Yo
emocionado de haber aprendido mucho de esta experiencia. Pero triste porque no se
qué futuro les espera a estos niños.

En el camino de regreso a la “civilización” vi en la carretera un montón de
camiones cargados de troncos de árboles enormes seguramente centenarios, era un
espectáculo triste presenciar todos esos cadáveres vegetales. Y también vi algunas
obras de ampliación de carreteras que promocionaban la revolución vial, que
garantizaban un progreso para la región olvidada del Oriente ecuatoriano. Esto no me
auguraba nada bueno. Sólo espero que la niña del caramelo, el niño de las chapas,
Anderson y todos los niños de manos amarillas y de cuchicheos en quichua no sufran
más las consecuencias de esta “modernidad”.

También espero amigos míos, que nosotros podamos hacer algo por ellos, y el
primer paso es saber que existen y por eso este largo mail.

LES QUIERE,

EDU