Venid, benditos de mi Padre (Mt 25,31-46)


El hombre se hallaba a la puerta de una oficina del SAE. En su cara, un gesto de preocupación rumiada durante largas noches en vela intentando descubrir el camino a seguir para sacar adelante una familia, formada con la ilusión de la juventud ya perdida y la inocencia arrebatada por una crisis que se alarga inmisericorde en el tiempo. ¡Tantas cosas a las que renunciar, tantos proyectos que se quedan en el cajón del recuerdo! ¡Tantas preguntas sin responder sobre un futuro que se asoma incierto ante la vida de los suyos!

Ni en sus peores pesadillas pudo vislumbrar la deriva que tomaría su empresa, del ERTE al ERE y de ahí, a la cola del paro en un deslizamiento vertiginoso sin apenas tiempo para asimilar la rapidez de los acontecimientos.

¡Esta es la crisis! El paso rápido y veloz de una sociedad adormecida por un estado del bienestar mal entendido y peor ejecutado a una sociedad angustiada por las continuas reformas y contrarreformas económicas sin apenas dar tiempo a la protesta, a la movilización social, a gritar ¡estamos aquí!.

Hoy, nos encontramos con miles de seres humanos que abandonaron estudios y proyecto de futuro buscando un atajo que se les vendió como fácil y justo hacia su posicionamiento social. Hoy nos encontramos con una gran masa humana que asiste impotente a la crónica del descalabro en los informativos de todos los canales temiendo ser los siguientes en esta ya larga lista de recortes que ya han tomado carta de naturaleza entre las políticas más sensibles a la justicia humana: educación, reforma laboral,  sanidad universal, derechos humanos…..con el riesgo inherente de convertir la Democracia en sólo un ejercicio virtual de convivencia, abriendo la puerta a radicalismos homofóbicos que retornan como fantasmas del pasado a la vieja Europa.

Movimiento 15-M incluido, entiendo que sólo los restos ilustrados de nuestra sociedad (un vistazo al informe Pisa) tienen la capacidad suficiente para revertir la perversidad de los impulsos sociales que nos “regalamos” en tiempos de bonanza. Esos impulsos basados en el dinero fácil, la corrupción, los intereses políticos y económicos y en el poco apego a la cultura y al esfuerzo colectivos.

Y nosotros, miembros de CVX, como colectivo eclesial entre los que se encuentra un gran número de personas con capacidades y estudios suficientes para ser luz entre tantas oscuridades (y que tampoco se detrae a los golpes en forma de desempleo y precariedad), adoptar un papel inspirador, reformador entre la sociedad,  debemos dar un pragmático paso al frente y aportar nuestros esfuerzos no sólo a la denuncia de tantas injusticias cometidas, antes y ahora; también son necesarios esos esfuerzos en proponer, luchar contra la incultura, animar, implicar e implicarse en la reconstrucción de un país en el que está en juego más que nuestra propia supervivencia, la amenaza de derribo del futuro en los hijos de nuestro presente, en el sentido más amplio de la expresión y por ende, en la parte que nos toca como país, la esperanza en generaciones venideras, de un mundo más fraterno, equilibrado y justo más allá de nuestras fronteras. Construir el Reino de Dios Re-creando la sociedad.

- En la Evangelii Nuntiandi (Pablo VI: exhortación apostólica al episcopado, al clero y a los fieles de toda la Iglesia acerca de la evangelización en el mundo contemporáneo): “La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre”.

O sea: Tenemos el derecho y el deber de juzgar “el encaje” de cualquier opción económica o política, con la ley moral, con la razón humana y con la verdad revelada.

- La encíclica Cáritas in Veritate empieza así: “La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad”.

El camino está marcado, dos claras líneas a seguir para encarnarnos también en una sociedad, la española, que se lame las heridas, con valentía y prontitud.
 
….y una lectura orante de Mt. 25, 31-46 (Juicio a las Naciones) nos puede hacer entender el papel inspirador, reformador, coherente y responsable que como miembros de la Iglesia debemos adoptar.

Manuel Jesús Ortega, CVX-Madre de Dios Jerez