Ana Nicuesa, de CVX-Tenerife, reflexiona a partir de la presencia de un telescopio europeo en Chile.
Estoy en Chile una
vez más pero creo que esta va a ser mi última noche por el momento. En los
últimos dos años y medio he venido como 8 veces por motivos de mi doctorado en
Astronomía. Tengo la suerte (o la desgracia) de que mi grupo tiene mucho tiempo
de observación en un telescopio en Chile en uno de los observatorios que Europa
tiene en ese país.
El observatorio se llama La Silla y pertenece
a la ESO y mi experiencia chilena está muy basada en mi compartir con las
gentes chilenas que allí trabajan. He viajado un poquito en el país también. He
visto Santiago, la zona de La Serena cercana al observatorio y una región del
sur que se caracteriza por conservar su población indígena mapuche.
Si
algo hay en Chile que salta a simple vista son las grandes diferencias que hay
entre la gente de este país. En Chile, nacer hijo de un camarero o nacer hijo
de un director de banco determina la vida de la criatura de una manera
increíble.
Estuve
el otro día almorzando un menú en un lugar sencillo en la ciudad de La Serena y
pague 2000 pesos (unos 3 euros) y por la noche en la misma ciudad una amiga me
llevo a cenar a un restaurante pijo donde pague 23.000 pesos ( unos 35 euros)
por un plato de pescado que encima me sentó mal.
Ahí
ya vemos dos Chiles. La gente que no puede pagar por almorzar más que dos lucas
(lucas es la manera coloquial de referirse a mil), compra la comida en tiendas
diferentes a donde la compra la gente que va a restaurantes pijos. Mi problema
fue que al principio solo veía los locales de nivel alto que son esos donde un
europeo va normalmente en Europa. […]
(Puedes
seguir leyendo el resto de esta reflexión, publicada el 23 de mayo de 2012, en el
siguiente enlace a la web de la Red Ignaciana de Canarias Anchieta: http://www.redanchieta.org/spip.php?article956)