Pascua en la Frontera Sur


¡¡El Señor ha resucitado!! y ¡¡Vaya si lo ha hecho!!...

Este año he tenido la suerte de celebrar la Pascua en Ceuta, rodeada de hermanos africanos que viven en el C.E.T.I (Centro de estancia temporal para inmigrantes) de esta ciudad fronteriza.

En este centro viven más de cuatrocientas personas (en su gran mayoría subsaharianos y de ellos sólo 19 son mujeres) que son acompañadas por la Asociación Elín durante todo el año.

Elín, organiza cada año la celebración de la Pascua, experiencias de voluntariado en verano…y me ha brindado este año la oportunidad de vivir una Pascua diferente, a través de una de sus miembros, Teresa Alonso (CVX-Sevilla); y allí que fuimos un grupo de 20 personas de toda España a celebrar la fuerza y la pasión por la vida en toda su crudeza y todo su esplendor.

Han sido días privilegiados para sentir la encarnación a flor de piel, el encuentro humano sin más, la cercanía de los gestos que generalmente tenemos aparcados en los rincones de nuestra vida cotidiana…en esos momentos, el corazón sólo podía estar abierto de par en par ante la belleza de la vida humana sin ningún tipo de adorno.

Me ha impresionado sentir en profundidad el sufrimiento de muchos hermanos nuestros para poder simplemente SOBREVIVIR; sentir cómo se te agolpan las preguntas al certificar, una vez más, que yo no he hecho nada para merecer la vida que tengo, para que me cueste tan poco mantenerla y vivir cada día como uno más en el calendario y ni siquiera dar gracias por ella, al menos, al despertar.

Pero sobre todo, me ha sobrecogido ser testigo de todo este dolor desde la alabanza al Dios de la vida, desde la esperanza más absoluta en que Él guía cada uno de sus pasos y hay que celebrarlo en toda su hondura en cada ocasión que se presente. Es un verdadero regalo ser testigo de la talla humana de estas personas que arriesgan absolutamente todo para poder VIVIR.

Verdaderamente creo que es una llamada de atención para cada uno de nosotros porque las quejas son lo primero que sale en demasiadas ocasiones de nuestro corazón, cuando las cosas se ponen algo complicadas.

Si de alguna manera puedo resumir esta experiencia, es que estos hombres y mujeres me han enseñado lo que significa verdaderamente la resurrección. Nuestros hermanos inmigrantes saben muy bien lo que supone estar rodeados de muerte, vivir tantas y tantas muertes… y, EN MEDIO DE ELLAS, renacer a la vida y ser testigos de ella con todas sus fuerzas.

Os invito a acercaros aunque creáis que ya estáis convertidos a esta realidad de la inmigración, os ayudará a responder a ella allí donde vivís. Os aseguro que no os dejará indiferentes; que vuestra mirada volverá cambiada, mucho más sensible y humanizada para poder mirar como hermanos a tantas y tantas personas con las que compartimos nuestras ciudades.

Nos han pedido insistentemente estos días que os hablemos de ellos para que sepamos que son buena gente, que no vienen a robar ni a hacernos daño; que demos a conocer sus historias, sus familias y sus países; las injusticias o la violencia gratuita que tienen que soportar a diario los que tienen la suerte de llegar…y ante esto, tenemos la responsabilidad y el compromiso de pararnos y reflexionar sobre qué tipo de sociedad “civilizada” estamos construyendo, de las decisiones que sigue tomando Europa para que les quede bien clarito que aquí no son bien recibidos.

Es muy sano ver “in situ” esas dobles vallas que estamos construyendo entre todos y sentir cómo duele el corazón ante ellas; cruzar la frontera marroquí firmando tan sólo un papelito y sentirte “poderoso y respetado” allá donde vayas mientras otros tienen que jugarse la vida para ir de un país a otro; contemplar los bosques como un regalo de la naturaleza sabiendo que pueden cobijar a un gran número de personas que siguen persiguiendo sus sueños…

Dios nos ha hablado bien fuerte, nos ha dicho claramente quiénes son sus preferidos, nos ha invitado a descubrir su verdadero rostro…

¡¡El que tenga oídos para oír, QUE OIGA!!

Pili Gómez Cvx-Sevilla