El ayuno involuntario

La ONG católica para el desarrollo Manos Unidas nos convoca este viernes, en numerosas diócesis, a la cena del ayuno voluntario, como inicio de su campaña anual y, con este gesto, nos invita a encarnar el espíritu de las Bienaventuranzas.

Revista DIÓCESIS.- Jesucristo llama dichosos a los que lloran, a los que sufren persecución por causa de la justicia, a los que tienen hambre y sed de justicia... Y nosotros leemos ese pasaje admirándonos de su belleza literaria, de lo hermoso de las promesas que incluye, pero deseando, a la vez, que no nos toque entrar a formar parte de uno de esos bienaventurados grupos.

Con la cena del hambre, esta ONG quiere derribar la barrera desde la que nos posicionamos para mirar a la pobreza, a la exclusión, a las múltiples situaciones de necesidad que nos rodean. Porque «sólo una persona que tenga espíritu de pobre, podrá entender a los que tienen espíritu de pobre. Sólo alguien que haya sufrido, entenderá a los que sufren. Sólo entenderá a los humildes, quien sea verdaderamente humilde». (Herman Rodríguez Osorio, S.I.)

Nuestra sociedad necesita encarnarse en cada una de las personas que ayunan involuntariamente cada día, muy cerca de nosotros.

Según los últimos informes, se cuentan por centenares de miles las familias atendidas por la Iglesia en sus necesidades básicas, cifra que no deja de crecer, al igual que lo hace la de los hogares con todos sus miembros sin trabajo. Detrás de cada uno de esos números se esconden auténticos dramas, personas sin recursos que están pagando un delito del que todos hemos sido cómplices: vivir alejados de las bienaventuranzas, confiar en que nada importa si hay dinero en la cuenta corriente, pensar que más vale el que más tiene. Nadie ha querido perder el barco cuando las cosas iban bien, pero ahora, mientras los gobiernos "rescatan" a las entidades bancarias, las personas tenemos que buscar en la fraternidad una solución que nos salve a todos.