20 años de la muerte de Arrupe


Un hombre que se dejó mirar por el Señor,

que le ayudó a descubrir en sí mismo un corazón capaz de una bondad que no imaginaba... de ahí su confianza casi "natural" en las personas y en el mundo.


por las personas,

en especial por los pobres. Por ese motivo, se sentía interpelado por ellos, sabía que, en aquellos ojos, el Espíritu lo reclamaba... así iba caminando con humildad, con capacidad de reconocer sus propios fallos.

Solía recordar siempre la necesidad de conversión, de tener un corazón semejante al de Jesús.

Deseaba que otros se dejaran mirar así por Dios y por sus amigos los pobres.

Sabía de la transformación que entonces se experimentaba.


Un hombre de mirada compasiva

porque participaba de la misma mirada de Dios.

Miraba como Dios mira.

...así al enviado lo veía como "hombre para los demás" que nos invita a vivir del mismo modo... esto le permitía descubrir el dolor del mundo... de ahí que quisiera comprometer a la Compañía en el trabajo por la justicia, pues

entendía que era parte esencial de la fe. Fe y justicia, sin que pueda ser verdadera una sin la otra... ...deseoso de que otros compartieran ese mismo modo de mirar y comprometerse.


Un hombre de mirada limpia, transparente

El mundo se le hacía transparente a los ojos.

Por ello era capaz de mirar lo profundo de las cosas y descubrir que el trasfondo del mundo y de la historia está hecho de la bondad de Dios.

Era un místico de ojos abiertos, un místico activo..

El contraste nítido entre la bondad de Dios y un mundo roto, le hacía ver limpiamente las injusticias del mundo.

Cuando la gente se sabía mirada de ese modo, se sentía amiga de Arrupe.

Sus ojos irradiaban complicidad y confianza.

Era un hombre "con los demás". Allí donde iba, construía "Compañía".


Un hombre de mirada larga

capaz de ver a Dios en todo un adelantado a su tiempo, que describe el mundo de modos que aún hoy nos siguen

resultando agudos y frescos.

capaz de ver nuevos retos apostólicos y adelantarse a ofrecer nuevos modos de presencia (SJR).

que no tiene miedo, porque sabe que es últimamente el Señor quien acompaña.

de aquí brotaba su esperanza.

Nos enseñó a mirar el lado bueno del mundo