¡QUÉ NO PUEDAN DECIR! ¡DIGÁMOSLO PRIMERO!

Abrid el sepulcro; ¡no está! ¡Ha resucitado!
Levantad el ánimo; ¡no está! ¡Ha resucitado!
Elevad un canto de acción de gracias; ¡no está! ¡Ha resucitado!
Llamad y comunicad vuestra alegría; ¡no está ¡Ha resucitado!
Ungid vuestras manos con la fragancia del sudario; ¡no está! ¡Ha resucitado!
Y no ceséis de pregonar vuestro gozo: ¡no está! ¡Ha resucitado!
Aprovechad este caudal de salvación; ¡no está! ¡Ha resucitado!
Porque si no abrís el sepulcro, otros dirán que estuvo cerrado siempre
Si os cerráis al secreto de la Pascua, no viviréis alegremente
Si no cantáis vuestra fe, alguien dirá que fuisteis
cristianos sin tono ni sonido
Porque si no dais razón de vuestra esperanza;
podrán decir que os la reservasteis para vosotros exclusivamente
Y si no os acercáis a lo poco que quedó de Jesús
olvidaréis que, como vosotros, tuvo que arroparse.
Ciertamente, amigos, no podemos dejar de gritar a los cuatro vientos
lo que la fe nos ha sugerido
Aquel, que con fe, hemos celebrado.
Que Jesucristo, después de muerto, ha resucitado
Y, si alguien os dice que no, que eso no es posible,
decidle sencillamente:
¡Asómate al sepulcro vacío!
Eso sí, para asomarse, hay que hacerlo sin vértigo,
sin miedo y con los ojos de la fe ¡Aleluya! ¡Ha resucitado!