La MUERTE, como PASO a la VIDA

Jesús murió en la cruz y murió de verdad. Enterraron su cuerpo en un sepulcro nuevo que sellaron con una gran piedra y le pusieron guardias. Todo, como un hombre más. Pero llegado el primer día de la semana, al alborear del domingo, Jesús resucitó por el poder de Dios-Padre. El hecho de la resurrección es la clave y el fundamento de nuestra fe y esperanza. Sin resurrección todo es vano. Sin embargo, si hasta sus propios discípulos, que “lo vieron”, tuvieron dificultades para creer, no es de sorprender que nosotros, que “no lo hemos visto”, las tengamos también. Jesús se nos manifiesta cada día, bien enseñando sus heridas como a Tomás, bien dándonos una lección que mueve nuestro corazón, como a los discípulos de Emaús. La resurrección de Jesús es promesa de la nuestra. Hemos sido salvados de la muerte, y estar salvados significa vivir, vivir intensamente y para siempre, en una vida de Amor continuo. Su destino será el nuestro. “El Señor llevará a cabo sus planes sobre mí. Su misericordia es eterna” (Sal. 137). Estoy en buenas manos. El trabajo que el Señor ha comenzado lo acabará. Confío en la solidez de su promesa. Mi acobardada fe puede fallar, pero Tú no. Hágase Tu voluntad, que será lo más conveniente para mí, aunque a veces no la comprenda. El Padre, que por amor me hizo nacer, me aguarda con el mismo cariño al otro lado de la muerte. Sé que la Vida continúa y que mi verdadera existencia comienza cuando se cumpla el ciclo mortal. Para resucitar hay que morir primero. Por eso solo muere el que va mereciendo la plenitud. El Amor eterno. Si fuimos salvados y redimidos a partir de la resurrección, cada uno de nosotros tiene que acoger esta gracia de Dios-Espíritu Santo y responder a ella por medio de una vida digna, renovada y útil para los demás. ¡Qué menos, para mostrar nuestro agradecimiento!
Antonio Elías y Piedad Zambrano,
matrimonio, perdieron hace 2 años a su hijo Javier, de 22 años, en accidente. Pertenecen a los grupos matrimoniales Equipos de Nuestra Señora.