Mi VIDA como PARADO

Todavía queda nieve en el recinto de Lear, en Ávila. Hace meses que por aquí no pasa nadie. Los últimos trabajadores de esta fábrica de cableado del automóvil terminaron el último turno en junio de 2008. Reina el silencio en la parcela 49-50 del polígono de las Hervencias, desde el que se divisa la ciudad amurallada. "Aquél era uno de los muelles de carga. Fíjese qué pequeño es el aparcamiento. Y eso que en 2005 llegamos a ser 1.600 trabajadores". Pablo Vidal García, de 42 años, casado y padre de dos niñas, recuerda su trabajo en la cadena de montaje de Lear como si fuera parte de una biografía ajena. Fueron 10 largos años, pero habla de ellos sin pasión, como si los hubiera vivido otro. Lo único verdaderamente real es su vida del último año y medio. Su vida de parado. Su peregrinar, currículo en mano, por fábricas, talleres, empresas de todo tipo. Una experiencia que se lee en su mirada desencantada, en la urgencia con la que enciende un cigarrillo rubio. La cajetilla diaria, a 2,80 euros, es una de las pocas cosas a las que no está dispuesto a renunciar.