Hiere, hiere la raíz
de la miseria de mi corazón. Dame fuerza para llevar ligero
mis alegrías y mis pesares.
Dame fuerza para que mi amor
dé frutos útiles.
Dame fuerza para
no renegar nunca del pobre,
ni doblar la rodilla
al poder del insolente.
Dame fuerza para levantar mi pensamiento
sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin,
fuerza para rendir mi fuerza, enamorada,
a tu voluntad.
R. Tagore